...es el principio y el fin.

lunes, agosto 28, 2006

La histeria habitual

En medio de la histeria habitual de la semana antes de exámenes, me retuerzo maloliente y sin saber si el viernes me echarán del piso. En el ínterin, preciso un compañero que habite la habitación que desocupo, vuelvo a ser completamente pobre y menos mal, que ese mismo día, aunque me saque a patadas la guardia civil, volvemos a entrenar.
Y dice el coro:

Mil rápidas palmadas me enseñarán

a mantener eternamente puros corazón y cuerpo,

y me otorgarán su protección, para cumplir con el código del Ninpo,

venciendo los deseos oscuros de mi corazón:

cada nueva experiencia encierra el potencial para nuestro perfeccionamiento y nos acerca a la iluminación.

(Y he comprado incienso, y NO tengo una olla exprés.

A mi un día me da algo. Menos mal que ya estrenan Alatriste).

jueves, agosto 24, 2006

Huérfanas del espejo equivocado

Eran veinte, y todas preciosas.

Sí, bueno, es verdad que dos de ellas eran preciosas de esa manera en que se es preciosa cuando hay que mirarte siendo tiernoy entendiendo lo espantoso del suelo del mundo que estás pisando, pero me atrevo a creer que no me equivoco diciendo que lo eran todas.

Eran anoréxicas unas. Bulímicas otras. Cada una en un momento, en un momento doloroso de una enfermedad que la mayoría ni siquiera entendía, que pocas aceptaban, para la que sólo algunas veían una salida, no ya cercana, sino por lo menos, no más lejos que el resto de la vida.

Y no es un eufemismo. Aunque mi amigo Nicolás (que se ríe siempre por fuera por mucho que llore por dentro) ya me lo había explicado, con acento asturiano y un cariño que a veces asusta y hace sentir envidia, la verdad es que no me lo esperaba. Mi imagen mental, claro, imagino que os pasará a todos, era la de un grupo de niñas escuálidas y casi adormecidas, bien por el miedo, o los fármacos, o el hambre que se niegan a aceptar. Y a mi primera frase os remito. Es curiosa la sorpresa al comprobar, in situ, de viva voz, que son todas guapas, que son todas bonitas, que son todas inteligentes, y qué incapaces seríamos todos de no verlas preciosas en un espejo.

Todos. Salvo ellas.

Sorprende, después de eso, la ternura y el calor con que te acogen, cuando llevan ya una semana de campamento y todos los grupitos están hechos, sin saber quién demonios es ese de rizos que dice que viene de voluntario, sin saber que es el mago que va a actuar esa noche, sin saber que se irá al día siguiente de sus vidas, fugaz, y la verdad, un poco (bastantante, coño) asustado.

Te sorprende el miedo de algunas, la ira que esconden detrás del ojo pintado, la ropa de Bershka en pleno albergue rural y las mechas perfectas, la risa de algunas que esconde más lágrimas de las que les llueve en Santander en esos quince días, la prisa que tienen otras por abrirse, por hablar contigo, porque quieren, porque saben, porque necesitan contarte todo lo que les duele, cómo han llegado hasta aquí, el terror que sienten al mirar hacia atrás, y la firme pero trágicamente frágil determinación de algunas, que miran al espejo en que se ven escandalosamente gordas, y con dos cojones más grandes que la de algunos especímenes que les triplican el peso decirle: "tú a mi ya no me la juegas".

Te sorprende que te vean llegar y les encante, y que te pregunten quién eres y a donde vas, y a los diez minutos de estar allí, seas otro del grupo, como si nadie estuviese mal, como si el mundo estuviese correcto, como si llevases allí, no la semana, sino todas las semanas desde que empezase todo.

Y luego, por la noche, cuando Marcos se iba para que saliese al escenario (la sala de manualidades, con treinta sillas, y más magia que en los estadios de Copperfield) Max Verdié, te entran las ganas de llorar al día siguien desde el blog, al darte cuenta que nadie aplaude más desde el corazón que los que lo tienen roto. O tan cansado.

Huérfanas del espejo equivocado.

martes, agosto 22, 2006

El Agente Número 46215

Y el caso, digo yo, que aunque el agente número 46215 de tu otro banco (y cada día el de más gente) está de obligatorias vacaciones hasta el uno de septiembre, a Max Verdié lo llaman, y se marcha a un sitio que se llama Ruiloba, en una parte del mundo que llaman Santander.

Ellas son anoréxicas, y Max, que se pone pequeñito siempre antes de subirse los telones, se asusta un poco.

Pero el show (y esto, ya saben, es la ley) debe continuar.

Y a punto está de comenzar...

lunes, agosto 14, 2006

El chino que sonreía a Sara

Pasaba ayer, cenando con La Prince en un discreto restaurante chino, que se llama Pekín y está cerca de la zona de bares que (bondad graciosa) aquí llaman Paraíso.

Hacia la mitad de la cena, tras finiquitar el pan que chorreaba grasa y que La Bella se entretuvo escurriendo a cuchilladas, a medias el pollo y estupendo el arroz, entraron en muy poco discreta procesión, pese al número reducido: un matrimonio cuarentón, con una niña. Barrigudo y corpulento él, con la camisa de los domingos enseñando las pelambres pectorales y una cadena de oro, algo entrecano, macho español casi de libro de texto, pelo rojo de quien ni tuvo ni retuvo ella, maquillada como si fuese a cantar sobre el piano en lugar de una de sus chicas. Ya me entienden. Tremenda, la madame. Y ella, la pobre Sara, vestida de rosa, imagino que en contra de su voluntad, desdentada y pizpireta, trasunto de la Pipi favorita de La Musa que cenaba conmigo.

Sentaditos y hundidas las narices en las cartas de menú respectivas, Ella y Él procedieron a continuar con lo que estaban haciendo desde que entraron, y me aventuro a presuponer, desde hace al menos cuatro años: ignorar a Sara. La pobre, al minuto de que nadie en la mesa estuviese preocupado más que de lo que se iban a zampar, pidió permiso para ir a ver los peces (cuatro peces dorados de esos, en un acuario más bien pequeñajo), a lo que le respondieron que sí, sin siquiera haber escuchado la petición. Lo mismo hubiese dado que la niña pidiese permiso para acuchillar al camarero. Cosa que precisamente no hizo. Y me explico.

Tras un breve momento mirando el acuario, la niña entabló espontánea conversación con uno de los camareros, que poco antes estaba jugando a las cartas con sus compañeros. En cierto momento, el camarero le tapó los ojos a la niña, en un juego injocente del que sólo la niña conocía todas las reglas. La única persona aquel rato que hizo caso a la pequeña persona que jugaba en su cabeza con los peces fue un perfecto desconocido de sonrisa sincera que apenas hablaba el mismo idioma de Sara (si es que alguien habla el idioma que todos hemos olvidado al dejar de ser niños).

En ese mismo momento el padre de barriga y cadena de oro, miraba al chino de reojo, con cara de "quita las manos de mi niña, chino de mierda, a ver si me levanto y te reviento". Sin mediar un momento, Sara, ven, le dijo a la niña, la que obediente y amable, despidió al camarero con una sonrisa y un simpático "hasta luego". El camarero miró al padre devolviendole la sonrisa de la hija con la amabilidad que sólo los que hacen de la hostelería un arte saben, le dijo adios, que no hasta luego a la pequeña, y regresó a su juego de cartas, cómplice único de un mundo que acababa de romperse, y del que, si dejamos de lado a los de dentro del acuario, sólo Sara tenía las claves.

¿Puedo jugar con los peces?

jueves, agosto 10, 2006

Universos paralelos (kimono blanco)

Una persona pequeña que trataba de cotillear me ha hecho meditar sobre el multiverso en el que apoyamos los pies, y desayunamos.

Imagino, y me declaro inocente, que son demasiados tebeos de superhéroes salvando el mundo, demasiadas novelas de Mundodisco , y algún que otro pernicioso documental (a nivel cuántico) de la BBC.

Pero, ¿y si* fuese verdad?

Meditenlo.

Cada decisión que tomamos, cada posibilidad, cada verdad y cada mentira, cada opción, cada trocito de oportunidad, escinde el universo en todas las posibles elecciones, provocando una infinitud de universos que provocan a su vez, otra infinitud. Existe un universo donde no soy mago. Otro donde los soy de verdad, y sigo haciendo judo. No me corté la coleta y terminé la ingeniería. Otro donde vivimos juntos. No se nadar, nunca aprendí a montar en bicicleta y no me encontré por la vida con Jesús, ni empezamos a escribir canciones. O donde todo eso te sucedió (o no) a ti.

Que son sucesos pequeños, realidades de bosillo, pero donde sucede que no le parecí pesado a una princesa con mi baraja mágica, y nos hicimos amigos al principio, y nunca hubo besos, o vivo apartado del mundo asustado de mis poderes, o abando eso que Mu llama el Camino, aburrido de mi kimono blanco, y no me encuentro a Samu, ni al clan que me cambió la vida al cambiarme de chaqueta. No me contrataron a tiempo en ING por llevar el pelo largo y no pude irme de casa, y tuve que regresar a Ponte Veccio, y allí sigo, hasta que encontré un trabajo de ingeniero, donde ni soy feliz ni conozco a nadie, y me aburro, porque no soy mago.

En el universo donde no existimos en camas separadas y te hago el desayuno se tomarían tantas decisiones por segundo que el aluvión de realidades alternativas quizá colapsaría la existencia. Pero seguiría decidiendo despertarme contigo. Me ahogué descendiendo el Sella y la gente de negro no me echa de menos porque no me conoció. Sin mi bici no hubiese pasado tantos veranos en la piscina, y no ocurriría este sábado la fiesta en casa de Zenón, diez años después.

Las letras de las canciones nunca dejaron paso a los sonetos, ni estos, tímidamente a la prosa. No estarías leyendo esto, porque este blog no existiría.

Ahora piensa: y si esta mañana hubieses despertado media hora más tarde. Y si el año pasado no hubieses pedido la copa que te emborrachó demasiado e impidió que hablases con coherencia con aquel chico que resultaría ser el hermano de la mujer (¡y hombre!) de tu vida. Y si hace veinte, o veinticinco años, tus padres no hubiesen empezado a besarse. Si Franco hubiese estado enfermo durante la batalla del Ebro**. Si Quevedo no hubiese aceptado diez mil ducados para comprar a toda la corte española. Si hubiese fracasado la reconquista, porque faltó una herradura, y por su culpa faltó un caballo, y por su culpa un caballero no puedo ir a una batalla, y faltó un combate que perdió esa batalla, que hizo perder una guerra.

Si no hubiese caído el imperio Maya. Si al señor de pieles que se le ocurrió redondear una piedra lo hubiese aplastado un mamut. Si el famoso meteorito (fetiche teórico) no hubiese visitado la tierra matando al noventa por ciento de las especies.

O si hoy, después de cenar, no te lavas los dientes. La infinidad, al alcance de su mano. A un latido de probabilidad.

Universos paralelos. Y demasiados tebeos de superhéroes.

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* en inglés: What if...? Quizá esa frase sea la culpable de todo.
** y si los Nazis hubiesen ganado la segunda guerra mundial, recurrente pesadilla de la ciencia ficción. Si el imperio romano no hubiese caído, o lo hubiese hecho antes, o trescientos años después... infinidad ilimitada.

martes, agosto 08, 2006

La del pirata cojo

Se va.

Se marcha el Capitán Pirata. Consternados y sin rumbo, la tripulación cierra filas en torno a quien, parece ser que, para su sorpresa, ha dejado una huella tan profunda que no olvidaremos ni con pentotal.

¿Cómo llenar el hueco de lo insustituíble? No podemos, y ni siquiera querríamos intentarlo. Ahora, en estos ratos de trámite impreciso de despedidas y regalos, con fiesta pirata de por medio, la ausencia de mi Capitán es sólo un ejercicio intelectual que no será fáctico hasta, casualidad maldita, el día antes del estreno de Piratas del Caribe. No será hasta este fin de semana, imagino, en que notemos como nadie grita, ninguno va vestido como el dandy de la elegancia, no hay demonios a nuestro alrededor, y, fijense, los muertos descansan tranquilos en sus tumbas.

Esa noche, por ley, y en honor de alguien más grande que la vida, todo el mundo beberá.

De la botella de ron.

Suerte, y buen rumbo, mi Capitán.

jueves, agosto 03, 2006

Togakure Ninja Seishin

Las estrellas son mis ojos.
El viento, mis oídos.
La noche mi manto.
El frío es mi espíritu.
La sombre mi morada.
La determinación, es mi fuerza.
El respeto a mi maestro es mi preciado valor.
Mi personalidad es mi poder.
El estoicismo y la perseverancia mi cuerpo.
La supervivencia es mi ley.
La imprudencia es mi enemigo.
La razón de respetar o tomar la vida es mi estrategia.
Las leyes del cosmos son mi universo.
La adaptabilidad mi principio.
La vacuidad mi táctica.
La sensibilidad y el sentido del deber, mis armaduras.
El espíritu imperturbable, mi fortaleza.
El conocimiento de la mente sin apegos es mi espada.

A vista de pájaro

A efectos de juego*, hoy es mi día después del campo de trabajo.

Hoy, marea de ocasiones, me llega la resaca de gente, y de ruido, y de nocturnidad y alevosía. Hoy ya no me puedo bajar al césped a conversar con amigos/desconocidos, no me puedo confesar con Jose dónde me escuece el corazón, ni contarle a Luci por qué hueco no sonrío, o decirle a Carlos (espejito mágico), coloreado de consejo, que tampoco espere tanto, y esperar a que el zagal salte de la litera para levantarme. No evalúo qué ha pasado con el día y me pierdo en una extraña ausencia de horarios que no es buena para mi cabeza, ni para el que late.

Sabina suena menos a través del cable del empetrés, el mundo está extrañamente turbio, y sólido, bajo mis pies, y el universo ya no me cabe en un albergue. A vista de pájaro todo es más bello cuando no es necesario pisar la realidad. El cosmos de bolsillo de Cañete ya es historia, y como todas las historias (sobre todo, claro, las que llevan magia en dobladillos), ya no puede desaparecer, porque es, como todas las historias, inmortal, y como todas las historias que parten de donde duele, no puede olvidarse nunca.

Como el polvo enamorado de Quevedo, se apaga poco a poco el fuelle del latido y la nostalgia, mientras la ribera del río de la normalidad comienza a anidar el cauce habitual, el conocido, el de siempre y el del resto de la vida.

Un ciclo corto e intensísimo en el espacio entre los ciclos, intersticio de vidas paralelas, que, espirales a parte, ya no serán nunca las de siempre.

Hoy, resaca de gente.

Mañana... Dios dirá.

¿Evaluamos?

* a efectos de juego... Beli, va siendo hora de que empieces a jugar al rol, ¿no crees? Un beso, pero con Fuerza.
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La imagen es un astrolabio. Lo usan los piratas, cuando se pierden.

martes, agosto 01, 2006

Escribiendo las dudas

¿Cómo empezar a escribir las dudas del corazón?

Así empezaba una carta inconclusa que escribió alguien a otro alguien cuando se separaron y dejaron de hacer canciones. Hoy, como siempre, viene esta frase que ni pintada. Porque otra vez, y ya van cinco, termina un campo de trabajo, microcosmos sin permiso que en quince días condensa, taumo* por taumo, el mundo de treinta personas en un universo de bolsillo que nunca volverá a repetirse.

He reído, he llorado, me enfadé y se me pasó de golpe, he amado y detestado, he dudado y afirmado, me he sorprendido y asustado, y todo a ritmo de bolero de Sabina, y de pico y pala.

¿Qué contar al lector ocasional? Que he sobrevivo al montaje d euna pérgola de una tonelada de peso, que me enseñó un gitano rabudo a cavar hoyos en el suelo, que he vuelto a bailar como tocaba, que he reído, llorado, temido, buscado, deseado, visto y encontrado. Y que vengo sin dormir, y sin palabras, y que ya escribiré mañana, y que sólo quería dejar constancia de que me faltan, cómo no, más esquirlas del corazón.

Pa quien las quiera.

* el taumo es la unidad de energía mágica. es la cantidad de magia necesaria para crear una paloma pequeña o tras bolas de billar de tamaño normal.