...es el principio y el fin.

miércoles, enero 31, 2007

Malditos malditos.

Disculpen e arranque de soecedad:

Muerte al PUTO conde Lucanor, a la PUTA Pardo Bazán y que den por el culo al PUTO sintagma nominal.

Abrasen al PUTO complemento directo y con él al PUTO suplemento, adverbio, implemento y a su puta madre buscando piso en Alcobendas.

Laceren a Juan de Timoneda por bastardo y al cuento literario del siglo XIX, después, con una pera de la santa Inquisición, apiolen sin preguntarlo a las características del cuento popular, a la teoría occidental y al PUTO doctor Andrew Lang.

PUTO sintagma nominal cuatro, puto complemento del nombre, puto lexeme, puto morfema, puto pronombre personal.

Putos, putos, putos, malditos.

Y con todos ellos una PUTA hoguera de apuntes.

Adivinen quién se ha librado a la quinta de Lengua y Literatura.

Volvemos al meloso tono habitual en tres...

... dos...

... uno...

¡Ahora!

Ay, qué a gustico.

viernes, enero 19, 2007

Margarita (la flor)

Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no. Ella sí. Ella no.

Ella nunca. Y ella todavía no. A estas alturas, y yo con estos pelos.

Mientras tanto, inexorable y sin preguntarle a nadie, un reloj en forma de Mortadelo avanza segundo a segundo, deprimido porque sospecha prontas campanadas y él no es más que un reloj de pared a pilas.

De fondo, atrapados en azul, el amigo Aparecido me da la razón sobre
La Extraña Pareja. La Margarita (flor) se va quedando sin pétalos y sin saber el qué, ni cómo, arrancarse.

Pero ella sí.

Pero ella no.

jueves, enero 04, 2007

La Mujer Impermeable

¿Por qué ella no se moja?

Por delante vaya: ayer vi "El Ilusionista".

Lo cual acentúa, y a la par afila, las ganas que tengo de creer en la magia, de fascinarme por lo imposible, de soñar con hombres (y mujeres) invisibles, pero nunca impermeables. Pese a las trampas, pese a los truquillos, pese a los dobles fondos, pese a imanes y trasgos amaestrados invisibles que me mueven las cartas de un lado para otro.

Sali, ya digo, de ver "El Ilusionista" (¡vayan a verla!), con el ánimo en La Reina de las Artes renovado, encantado de creerme, otra vez, que un ilusionista sí puede ser, y cito al maestro, un MAGO, porque hace MAGIA. Y así, empapado de ilusión, me fui a La Curva a tomar una cerveza.

Lo malo, como dice Mafalda, de andar con la oreja puesta, es que uno se arriesga a oír ciertas cosas. Y aquí entra La Mujer Impermeable. Muy mona ella, con su ropa revolucionaria de cien euros la prenda comprada en Londres y calada boina marxista en pro del proletariado. No pude evitar escuchar el genial comentario, impermeable a la luz, a la magia, a la invención, a la maravilla: "el hombre invisible no puede ver".

Lo cual es una triste realidad, dado que sus retinas serían transparentes y no reflejarían la luz. Ella afirmó, categóricamente, que el suero que volvió visto y no visto a Hauley Griffin en la magistral obra de H.G. Wells "El hombre invisible", en caso de que lo permitiese ver, dejaría dos manchas oscuras flotando en el aire: sus retinas. Un dato que ya conocía, oído en boca de otro Hombre Impermeable incapaz de olvidarse por un rato del mundo y sus fracasos.

Ignoro qué espantosa cadena lógica lleva a alguien en pensar en repugnantes retinas flotantes mientras leen una obra maestra de la ciencia ficción, que ojo maldito les obliga a mirar entre el humo y los espejos para olvidarse del bosque mirando a un árbol a los ojos.
O a las retinas.

Porque... ¿no lo saben? H.G. Wells (y esto es un secreto) también lleva escondido el truco: mientras Londres ardía entre debates de socialistas utópicos, imaginaba este señor hombres bestia, marcianos y hombres sin retinas voladoras, sin contar a nadie que la trampa del doble fondo de sus libros estaba en buscarle el pliegue a sociedades imposibles.

La lluvia de ideas del señor Wells roza impasible a nuestra revolucionarla sin mojar un ápice de su cuerpo. la Mujer Impermeable se va su casa, y desde Londres, en 1899, unos invisibles ojos tristes la miran marcharse, y la reflejan en dos manchas oscuras que levitan en la nada, sin truco, sin magia y con cartón.

¿Por qué ella no se moja?

Por favor: Háganlo ustedes.

En tres.
Dos.
Uno.
¡Ahora!