...es el principio y el fin.

miércoles, diciembre 31, 2008

1d66

El título de esta entrada es un código. Un código de dados.

Es para que los frikis (los del rol, esos que matan gente) nos entendamos.

Quiere decir que tires un dado de sesenta y seis caras. O sea, dos de seis, y que uno haga de decenas. El otro, de unidades.

El de su vida hubiese marcado dos seises el día veintinueve.

Hubiera hecho un año que se hubiese jubilado.

Era un hombre bueno. Esa era su mayor virtud y su principal defecto. Muy pocas veces me permito recordar más de unos segundos. Hablo a veces de él, porque nadie se atreve a sacar ciertos temas si ando cerca (os amo por ello: me cuidáis, me cuidasteis). Le echo (claro) de menos.

Gerardo, que es un sabio, dice a menudo que no somos más que la suma de nuestros puntos de experiencia.

Es posible. Y está claro que hay cosas que nunca hubiese aprendido si no hubiesen empezado (en mi vida) con él.

Leo. Todos los días. Libros, porque en ellos están todas las soluciones. De aventuras, porque me enseñó a soñar. De historia, porque quiero saber quién soy (igual que él supo quién era). Tebeos. Porque existe belleza en todas partes, y no hay que avergonzarse de buscarla. No hay que avergonzarse: por eso, a veces (a veces), se compraba un chupachups.

Escribo. En mayúsculas, igual que hacía él, porque mi letra (como la suya) es nefasta. Sin faltas de ortografía. Porque ya no me puede dar en el dedo con la pluma mientras hago los deberes. A menudo. Porque no quiero guardarme nada. Él cometió ese error de la forma más dañina que puedo imaginar.

Tengo buena puntería con armas de fuego. Sé desmontar y limpiar una pistola, y calibres de diversas armas. Sé que el disparo debe sorprenderte, y que no hay que agarrar tenso. Sé montar un arco, sé que hay que protegerse las muñecas y sé cómo se tensa. Y cómo preparar una ballesta. Sé que nunca, nunca (niños: ¡nunca!) hay que soltar una pistola aunque la vaina (y no el casquillo) te salte ardiendo hacia la mano.

No tengo nada de oído musical. No sé entonar, aunque me gusten los tangos y los boleros. Y el latín. Y las películas de ciencia ficción. Por eso (porque también viene él) voy a todos los estrenos.

Me gusta la cerveza negra. Y las morenas. Y las mujeres de carácter. Conozco la diferencia entre mortero y almajaneque, y me encanta señalar errores en los demás.
Tengo el pelo rizado, y me salen bolsas en los ojos. Canas en la barba y no se me cae el pelo. Los gemelos muy gordos y los bíceps anchos, aunque nunca lograré marcar abdominales.

Me gusta más el mentalismo que la magia. Aunque él sólo fue espectador.

No he salido como él se imaginaba...

Pero en algún lugar, sonríe.

De eso (de eso siempre) estoy seguro.

¡Feliz cumpleaños!

Porque a mí ni Dios me quita la sonrisa

No han podido cosas más graves.
Mucho más.
Y sigo sonriendo.
¿Por qué?
Hay razones en Omote: por mis buyu. Por mi kohai (debo seguir por él), por mi kohaiesa (no puedo fallar, por ella), por el cinto negro, por el kimono blanco, por los brindis, por llegar más lejos, por desenvainar más rápido. Por los ocho (y, por mis cojones, diez) socios semanales. Por las mañanas. Por los enanos que han venido hoy, de lejos, del sur, y me han dado besos. Por los aplausos. Por la gente que lee el pensamiento. Por Juan. Por el Supremo y todo lo que enseñó. Por el Corinda. Por los niños que ven magia. Por las siete realidades alternativas.
Y hay razones en Ura: por el sen-no-sen, por la gente con la cabeza en su lugar. Por el equilibrio mental. Por el mindundi (que ya no lo es, señoras y señoritas). Por el señor de barba. Por las Palabras. Por la Poesía. Los duendes (hombre, y las Duendas). El Primer Escalón. La Flor. Los dados de diez caras (el rojo y el morado). La gente que se mantiene equilibrada sin tener que tomar pastillas. Los que no inventan historias, los que no mienten por hacer daño, las vacas, el mar, el segundo escalón. Y el sexto. Sobre todo, el sexto.
Y además, y además...
Hay una razón mejor que todas esas (preciso).
A mí, apunten, señoritas, ni Dios* me quita la sonrisa. No pudo gente mucho mejor que vosotras.
¡Y menos con esta crisis!
* el Emperador, claro.

lunes, diciembre 22, 2008

Mi flor favorita


A mí me encantan las flores.


No sé qué tiene regalar órganos sexuales muertos de vegetales a las chicas, pero siempre las hace sonreir.


Pero no me gustan por eso. Además, las tareas canallas ahora las lleva Gueño.


Hay una flor en especial que me gusta más que las demás.


¿Porque es más bella?


Lo es, pero no es por eso.


¿Porque es la que mejor huele?


Lo es... pero tampoco por eso (y créanme: lo es).


¿Se puede abrazar una Rosa sin clavarse las espinas?


Se puede: sólo tienen que encontrar una que no las tenga.


Yo encontré una así. Y por eso (por eso, sólo por eso) es por lo que la amo.


Porque hay muchas flores preciosas, y muchas que huelen bien.


Pero sólo existe una que sé (que siento) que nunca va a hacerme daño.


Esa (y no otra) es mi flor favorita.

La mejor razón

¿Que actualizo poco?

¡Claro!

Es que me paso el día
sonriendo.

lunes, diciembre 08, 2008

Hoy ten miedo de mí


¿Tienes miedo?

Yo también.

Y vértigo.

Hay una canción que dice (que cuenta, y se equivoca) "por favor, tenme miedo". La canta un mexicano de esos que cantan. He pensado en ella estos días. He pensado mucho estos días. ¿Cómo no? Tardo tres segundos en reiniciar todo el sistema. En pisar el mundo.

¿Tienes miedo?

No te preocupes: yo también.

En esa canción (en esa canción que se equivoca) advierten a la dama de que debería tener miedo. Tiembla mucho de miedo, mujer, dice el mexicano ese que canta.

Y yo tengo miedo. De equivocarme. De la velocidad. Del vértigo. De tu miedo. Del nuestro.

De no volver a verte.

Pero por eso la mesa de pintar está al lado de la ventana.

Miro al cielo y me acuerdo de ti.

Y sonrío.

Como si fuese idiota, con impaciencia, con nervios, con alegría, con el vértigo, con fotos, con impaciencia otra vez y otra vez con vértigo. Veinticuatro veces por minuto.

Me pierdo de memoria en un mar en el que dije que navegaría semanas sin tocar puerto, y pienso en zozobrar, y me asusto.

¿Tienes miedo?

Yo también.

Y sonríes tú, y se me pasa.

El mundo está recién pintado


Me he despertado ya cuatro veces, desde entonces.

Y me cuesta unos instantes. Yo lo llamo chequeo de realidad.

Recupero la consciencia, me entero de dónde estoy, regreso al universo. Durante dos segundos, no pienso, no caigo en la cuenta.

Y entonces, ay, me asalta. Un destello Azul.

Y me acuerdo.

En el segundo tres de cada despertar.

¿Con ella?

¿En serio?

Me levanto sonriendo y me apoyo en el mundo, despacito.

Que está recién pintado.

domingo, diciembre 07, 2008

49 horas con Gueño


Curioso, el personaje.

Es lo que tiene Europa.

Mandas a un mindundi, y te mandan un tío canalla.

Y europeo.

Y sin cobrarte los portes.

Y con sombrero: afortunadamente, ya se lo quita algunas veces, para dormir o saludar a las señoras (aunque no le inviten a desayunar, como a Rúben, líder de Palencia.

Qué fin de semana. Empezó el jueves, pero como no puedo pensar en ese día sin sonreir, y dado que le he prometido a una (la) chica Azul que pondría una cosa por escrito, nos dejamos el jueves para más tarde.

El viernes.

Se convocó en el piso una fiesta con la gente del trabajo. Esos que se ponen chalecos, paran gente y enrolan gente para las ONGs.

La gente de mi trabajo mola.

Porque somos todos modernos, porque somos todos jóvenes, porque somos todos desenfadados. Porque somos todos captadores.

La fiesta, en resumen, fue un bote de 9 euros por cabeza y un hasta las 6 de la mañana.

Gueño llegó a las 10. Por la noche.

Se ha ido a las 11. Por la noche. De hoy.

49 horas después.

Diría que es preciosa, que estoy contento, que estoy FURIOSO, que ¡qué barniz!, que hola, soy Michael Perry, que es preciosa, que me alegro de que se alegren, que la batalla ha sido FANTÁSTICA y que es un PECIO ESPACIAL.

Pero es hora de llamar al chino y pedir POLLO FRITO AL ESTILO CHINO.

Pero, Gueño, ¿a que es preciosa?

Me alegro de que te alegres.

lunes, diciembre 01, 2008

Veinticuatro veces por minuto


Clic.

La veo cada vez que cierro los ojos.

Cuando me duermo, cuando despierto, antes de levantarme, en la hora imprecisa que sucede al sueño, la veo.

Clic.

Con los ojos abiertos, no.

Otras cosas, Otros Mundos centran mi atención y trato de no pasar cada instante pensando en ella (viéndola).

Miro la Realidad.

Y parpadeo.

Clic.

24 veces por minuto.

Uno coma dos segundos de cada sexagésima vuelta de reloj. Mil ciento cincuenta y dos segundos de mis horas conscientes.

Clic.

Cuando cierro los ojos.

Y la veo.

Clic.

Y sonrío: veinticuatro veces por minuto.