...es el principio y el fin.

miércoles, abril 29, 2009

Las tres sonrisas de la estrella


Ring.

Sonrisa de ida.

Sonrisa de vuelta.

Ring.

Sonrisa de ida.

Sonrisa de vielta.

Ring.

Sonrisa y cuac.

Para todo el día.

Muac.

martes, abril 28, 2009

Seppuku



Así es como se llama, correctamente, a la ceremonia de suicidio ritual propia de la casta samurái.

El mal llamado harakiri.

La persona que se quiere quitar la vida se arrodilla, se afloja el kimono y deja frente a sí el aikuchi. Un cuchillo corto.

Siguiendo un estricto protocolo, masajea sus vísceras con el objeto de colocarlas para no cortarlas.

Eran, en fin, sus creencias.

Tomaba el aikuchi desenvainado y lo clavaba, paralelo al suelo, en la parte izquierda del abdomen.

Un corte horizontal.

Un giro.

Corte vertical. Hacia arriba.

Y luego, una persona de confianza, lo decapitaba.

Al menos así se me pasaría lo que tengo en el estómago.

Hijos de puta.

martes, abril 21, 2009

En el día más brillante

A veces la gente que me conoce me observa, sorprendida, cuando me pillan mirando hacia arriba.

Estoy buscando estrellas.

Mis novias nunca entendían que gustándome tanto leer, leer, leer, además de libros leyera tebeos.

Consigna: el día del libro, regala tebeos.

Hago una serie regular.

Esto es, compro un tebeo de una serie que se publica todos los meses.

Hacía años que no lo hacía, desde aquella que era blanca, y roja, y luego azul, amarilla o yo qué sé. La del dragón de las bolas.

La que yo compro ahora se llama JSA: Justice Society of America. La Sociedad de Justicia de América.

Es el primer grupo de superhéroes de la historia. Fue, en origen, un batiburrillo editorial donde metieron, un poco grosso modo, diversos personajes de una misma casa, en 1940.

Eran superhéroes de la edad de oro.

Los dibujos eran simplones y dibujados a matacaballo, las historias burdas, sencillas y lineales y los personajes eran todos plagios los unos de los otros. Pero todo era colorista, plano y luminoso.

Los buenos eran buenos y los malos malos. Los héroes tenían nombres sonoros y rimbombantes (La Linterna Verde, El Hombre Dinámico, El Reportero Fantasma, Hourman, El Capitán Maravilla, El Terror) y los villanos... parecía que eran todos doctores, o que todos estaban desfigurados.

Era una época en la que América necesitaba mirar la cielo en busca de estrellas, en busca de luz. Habían pasado una tremenda época de color sepia de la que nunca hubieran salido sin una guerra que asoló la vieja Europa. Por eso sus héroes, los dioses mitológicos de colores brillantes que habían inventado fueron mandados a la guerra. En sus aventuras, y en el corazón de mucha gente que vivía buscando estrellas.

A mí me llegó en una época parecida. Cuando era niño.

Ya he leido el Eternauta, y me quedé maravillado por el exquisito tratamiento narrativo. Con el Incal disfruté del simbolismo llevado al extremo, y pongo a Watchmen como ejemplo de libro de texto del postmodernismo. He leido a Crumb y a Laucier, y sé por qué El Condón Asesino tiene un premio Eisner. Viñetas y gafapastismo. Todos nos creemos muy listos.

Pero a veces...

... sólo a a veces...

Incluso en el día más brillante...

... o en la noche más oscura...

... necesito mirar arriba.

No sea que me pierda alguna estrella
.

Verde y Azul. Y otra vez verde.


Es una curiosa alternancia.

La he estado pensando.

Mirando un poco, vaya.

En plan reloj. Tic tac, y eso.

Hace algún tiempo de calendario pero para mi desgracia poco de memoria aunque Mu pugne por lo contrario, tomaba notas en este mismo lugar, con tinta verde. Hubo gente que leyó y no entiendía nada, como habrá quien lea esto y no lo entienda.

Tampoco importa.

El caso es que a fuerza de naufragar, toda tinta verde se acaba corriendo, por muy bien que huela. El salitre es mal consejero para un diario de a bordo que acaba cayendo al mar demasiadas veces.

Encontrada tierra y agotada la tinta, tomé nota mucho tiempo después, con tinta azul. La tinta no sirve como mercromina en caso de quemaduras de tercer grado, o donde las heridas son tan profundas como para sentir cada vez que vuelves a ver algo verde que se te salen las tripas. Un golpe, un muerto. Iai Nuki y eso. Los de negro ya me entienden.

Sonrío al ver las notas en azul, sensato color en aquel entonces que me llegó a preguntar si seguía apuntando en verde. Le dije que no, bastante idiota.

Sensatez, divino tesoro.

Verde, otra vez. Sin notas adicionales. Y se cumple el axioma de mi amigo Rubén sobre segundas partes. Sólo fue buena la de Terminator.

Y Azul. Con una mayúscula. Otra serie de notas que no duraron mucho pero me sirvieron para guardar en el cajón el cuaderno verde que me resistía a dejar pudrirse. Se gastó rápido pero se sonrió mucho.

Hubo gente que leyó esto y no se enteró, repito. De nada. Igual que ahora lo lees y no lo entiendes, pensando si el código de colores dice lo que está apeteciendo que diga.

Después del Azul, pues otro verde.

Y sonriendo, coño.

Una curiosa alternancia en la que he estado pensando.

Tic.

(Y tac, guiño).

jueves, abril 02, 2009

Abatido


Cierro los ojos, y después respiro,
y el vacío me muerde la mirada.
Siento al demonio enfrente, aunque no hay nada.
Mi sable está en la vaina. ¿La retiro?

Empieza ya la lucha, y en un giro
desenvaino cortando. La estocada
parece cercenar nada de nada,
nada más que el éter. Ni un suspiro.

Ni el más mínimo ruido. Ni un latido.
Relajo el gesto al relajar la palma.
Y... dudo, sin saber si yo he vencido,

al ver entonces, al volver la calma
que la sangre del monstruo que he abatido
es la sangre que sangro por el alma.

miércoles, abril 01, 2009

El primero de la clase


Nunca he sido el primero de nada.

Quedé segundo en un campeonato de Judo una vez. Gané dos combates. Uno por una contra, mi antigua especialidad, y el otro porque un tal Hércules se resbaló con el sudor. En la final, obviamente, catapún contra el suelo. Ganó el otro.

Ayer fue un día espantoso. Se me empañan cosas que me encantaron el día que las estrené, perdiendo brillo, por el uso, imagino, y la falta de perspectiva. Gueño, el Hombre de Bronce, me aconseja dándome ánimo y aliento mucho más de lo que él cree y más lejos de lo que alcanza el texto de sus palabras.

Que no me queme, dice. Héroe.

Me agoto, manteniendo batallas abiertas en diversos frentes, contra enemigos similares de lugares distintos, y allí donde miro, disparan. Impactos en todas partes, mal destino si has decidido, por una vez, andar sin armadura. A pecho descubierto.

Lo único bueno de luchar solo es que no existe el fuego amigo.

Después de un día de excusas con doble fondo, prisas, mentirijillas de medio pelo y festival emocional por dentro, me voy enterando de detalles que confirman mi particular y descafeinada teoría de la conspiración.

Harto, en su segunda acepción, de mi parcela de Universo, sentado en una silla en un lugar donde otros aprendían a esgrimir, me hicieron sonreir.

Una chica rubia la mar de mona y su amiga morena habían hecho una lista. De esas que hacen ellas.

Nunca había ganado nada.

Hasta ayer.

Y ufano, con mi medalla de oro por sorpresa, me fui sonriendo hasta la cama.