...es el principio y el fin.

jueves, diciembre 31, 2009

Intenciones moderadas


Moderadas, sencillamente, porque no son definitivas.

Esas veces en las que queremos hacer algo, y sólo lo decimos, quedándonos a dos tercios de la triple intención (pensar, decir, hacer).

A veces es por pereza.

A veces por miedo, o pánico.

Y a veces, sólo a veces, por si acaso.

Que ya sabemos cómo acaban estas cosas.

Mientras tanto, candado en el baúl de los recuerdos.

Que, pese al clima, volverá la primavera.

lunes, diciembre 28, 2009

Una de Pancho


Extracto del poemario "Memoria en el exilio", de Pancho Salas:


¿Dónde estabas?

¿Dónde estabas cuando lloraba, cuando no me quedó más remedio que (al rojo vivo) acercarme el metal a las heridas para que la sangre dejara de manar? ¿Dónde?

¿Dónde estabas?

¿Dónde estabas cuando tenía que ir de la mano de amigos por la calle, para evitar morir atropellado, porque yo ya no quería (no sabía) volver a mirar a las estrellas? ¿Dónde, cuando en cada canción sonaba tu nombre, cuando cada héroe moría salvando un mundo que moriría después de él? Cuando era un esfuerzo levantarse porque que el sol quemaba en la conciencia, y sólo en la oscuridad y en medio del ruido dejaba de ver y de escuchar.

¿Dónde? ¿Dónde estabas? Cuando viajaba a horas intempestivas para buscarte, cuando volvía tapándome los ojos, cuando no podía tocarte por el tiempo, por cada centímetro de separación, por cada maldita orden que acaté cuando tuve que rebelarme.

¿Dónde?

Ya te lo digo yo.

Mirando para otro lado.

Y fingiendo.

miércoles, diciembre 23, 2009

El despertar de los cobardes


La historia la escriben los valientes.

Dicen.

Pero no dicen que la escriben lo valientes de ambos bandos. El de los buenos. Y el de los villanos.

Siempre, en épocas oscuras, ante el enemigo imbatible, surgen los héroes. Hombres extraordinarios llevando acabo gestas que se recuerdan, incólumes ante el devenir de la historia, dejando una marca en el tejido del tiempo que reverbera para que la escuchemos.

Se alzan, iluminando el camino del hombre menor, que crece en su presencia y los acompaña en su persecución de metas más elevadas que ellos mismos.

La historia y las historias nos han dejado muchos. El Cid. La Pimpinela Escarlata. El capitán Akhab. Ghandi. Batman.

Pero también existen los villanos. Villanos que no temen a nada, que siguen su particular cruzada negra también por encima del mortal común, enemigos a los que temer y respetar, porque vencer sobre ellos nos convierte leyendas. Enemigos ante los que el hombre menor, al ser derrotado, sólo merece el respeto de sus iguales, pues se enfrentó cara a cara a lo imposible. Monstruos terribles que arrojan una elegante y peligrosa oscuridad ante la luz de los héroes, y cuyo valor los sitúa por encima de la chusma a la que comandan, y de la chusma que somos todos los que habitamos en el medio.

La historia (y las historias) también dejaron unos cuantos. Atila el Huno. El rey Jerjes. James Moriarty. Alexander Luthor.

Su dialéctica e imparable lucha unos contra otros, luz y oscuridad forjan la historia y sacan leyendas de la bruma para fijarlas en nuestro recuerdo como marcas indelebles que nadie podrá arrebatarnos.

Porque la historia la escriben los valientes.

Sin embargo, no nos olvidemos nunca de los cobardes.

Los que temen. Los que engañan. Los que se mienten a sí mismos.

Porque esos cobardes no matan. No roban. No violan. Porque tienen miedo, porque viven asustados de sus propios terrores, agazapados bajo una máscara de honestidad que no es más que el puro pánico a ser juzgados por sus semejantes.

Buenas personas que cada mañana dicen a sus hijos que no maten. Que no roben. Que no violen. Ignorantes de que su máscara se derrite en ausencia de otros, y matarán cuando nadie mire, robarán al saber que nunca se sabrá quién fue y violarán si saben que no se escucharán los gritos.

Porque los cobardes son peligrosos. Porque ni ellos mismos saben que su repugnante vileza saldrá a la luz en cuanto aceche la oscuridad. Porque se han creído la máscara con la que sonríen mientras no se atreven a hacer nada, cobardes, viles, sucios y mentirosos.

Dios nos libre del día en que decidan dejar de fingir, de mentir y de esconderse.

Dios nos libre del día que nadie mire, que nunca se sepa quién fue, el día en que no se escuchen los gritos.

Dios nos libre del día en que despierten los cobardes.