...es el principio y el fin.

lunes, abril 26, 2010

Es su boca (en inventario)


Es tu boca, besándome dos veces en la cara.

Es tu boca.

Es tu boca hablándome de Borges. Es tu boca con un verso de Sabina.

Es tu boca.

Es tu boca hablándome. Moviéndose.

Es tu boca moviéndose en la infranqueable distancia del ancho de una mesa, del mar de un comedor abarrotado. Es tu boca al otro lado de una frontera silenciosa. Es tu boca, que no sabe de mi boca.

Es tu boca un mes después, al lado de una rosa.

Es tu boca con sed y sin cerveza, es tu boca pidiéndo de beber. Es tu boca hablando, es tu boca mirándome de cerca mientras hablas con la boca.

Es tu boca.

Es tu boca recordándome tu boca a salvo tras la frontera. Es tu boca indefensa al descubierto.

Es tu boca separada, en la erótica distancia escandalosamente imprecisa de un paso de baile.

Es tu boca separada, en la más escandalosa distancia de un segundo paso.

Es tu boca en un tercero, en un paso de baile de dos cuerpos que hace rato que sólo tienen boca.

Es tu boca empapada por el baile, es tu boca nerviosa como nerviosa está mi boca.

Es tu boca en mi boca sin aviso. Es mi boca sin permiso. Pero es tu boca.

Es tu boca arrancándome la ropa por la noche en pleno día. Es tu boca agachándose bajo mi boca.

Es tu boca gritando por mi boca. Es tu boca en todas partes excepto mi boca.

Es tu boca sin la mía por un rato impertinente.

Es tu boca recién, sólo tu boca.

Es tu boca, recitando a Benedetti.

Es tu boca hablando, sólo tu boca. Hablando y mi boca mirando tu boca.

Es tu boca en mi boca, contra mi boca. Otra vez agachándose, otra vez gritando, otra vez en todas partes.

Es tu boca lo que está contra mi boca, las dos bocas contra las dos bocas.

Es tu boca. La miro. Y allí me hundo esperando atarme, atarme atándome a tu boca.

Es.

Tu.

Boca.

La miro.

Y te lo digo:

Es tu boca.

sábado, abril 24, 2010

Huracán inevitable


Vamos a hacer ruido, y que se aplaste
la noche, la tormenta, el implacable
deseo de volver a la improbable
oscuridad fugaz donde me amaste.

Devuélveme aquel aire que arrastraste
bellísima huracán inevitable:
devuélveme la calma, échame un cable
y átame con él como ya me ataste.

Déjame con esposas desposarte,
sorprender con sorpresas cuanto antes
y dormir algo menos de la cuenta.

Llevaré a
Coruña en la mano un guante
para echárselo al ruin y por quitarte
aquel top de coqueta Cenicienta
.

viernes, abril 23, 2010

Menos mal que te vas mañana


Hay frases que debieran herir, pero dicen lo contrario.

Por el subtexto.

Se besaron, lo más a escondidas que pudieron en medio de una multitud nocturna.

Estaban al borde de una caseta, en una feria, mientras la gente que los conocía seguía dentro, bailando, bebiendo y riendo, empapados en sus propias historias y en sus propios finales y suspenses. Nadie los miraba demasiado, porque no había nada sorprendente en aquella pareja apoyada en la pequeña verja en la puerta de la caseta.

Se besaron, en mitad de una frase, mientras ella envolvía el aire con olor a sándalo y la voz de él vibraba grave contra el pecho de la dama.

Se besaron, un poquito por hambre, un poquito por exceso, un poquito con retraso y un poquito (no tan poquito) porque aquella noche era inevitable.

El beso fue uno de esos besos cortos y carentes de empujones, de aquellos que se dan sin empujar y sin pedir permiso. De esos que suelen parecerse a bajar una escalera cerrando los ojos, pero de la mano de alguien que también los lleva cerrados.

Ella se separó un poco, tiñendo de sándalo el aire que la acariciaba. Le miró a los ojos mientras dos pares de menos se buscaban fuera de las miradas.

Menos mal que te vas mañana. Dijo. Ella.

Hay frases que debieran herir.

Por el subtexto.

Pero cuando una mujer bella en plena noche vuelve loco a su interlocutor prisionero de un perfume irresistible, a veces dicen lo contrario.

Arráncame la ropa. Dijo. Ella.

Pero no lo dijo.

Al menos, allí.

Se besaron.

miércoles, abril 21, 2010

Los tres caballeros


A propósito de soñar, como ayer le decía a la
Princesa de Cartago, mi personaje de Disney favorito en mi película de Disney favorita en mi escena favorita.

Por muchas veces que vea este film, nunca empañará el recuerdo de la copia en Betamax que veíamos, tan a menudo y sin entenderla del todo (pero maravillados y clavados a los sofás) en casa del abuelo Quique mi hermano pequeño y yo.

Con ellos les dejo: los Tres Caballeros.


Somos los tres charros,
los tres caballeros
y nadie es igual a nosotros.
Felices amigos
siempre vamos juntos,
donde va el primero
van siempre los otros.

Tres felices cuates
que portan sarapes
bajo galoneados sombreros.
Valientes brillamos
como brilla un peso
¿quién dices?, nosotros
los tres caballeros.

Ohhh, nos guían las estrellas,
con nuestras guitarras
nos vamos así,
cantando, bailando
la samba, ay caramba.
¿Y qué es "ay caramba"?
Pues hombre, no sé

Ohhh, con rayos y centellas
vamos siempre unidos,
como abeja y miel.
Aunque somos cuates
viendo una sonrisa
de mujer que hechiza
¡cada uno para él!

Ay, Jalisco no te rajes,
me sale del alma
gritar con calor,
abrir todo el pecho
pa echar este grito,
que lindo es Jalisco,
palabra de honor.

Nunca seremos viejos (a Cris)



¿Sabes?

Vivo en un bajo, al lado del Guadalquivir, y la ventana de mi salón da a un patio.

Y a veces me asomo.

Y veo cómo está el patio.

Me aterra cada vez que un amigo del colegio, uno llamado Nuestra Señora de Lourdes, me agrega al Facebook.

¿Tan viejo estoy? ¿Tanto como él? Tengo la mala costumbre de usar a mis iguales como espejo, y a los que fueron mis iguales. Vestidos con una camisa, con trabajos convencionales, seguros de tener lo que se esperaba de ellos que tuvieran.

¿Tan viejo estoy? Todos tienen la misma novia, los mismos lugares, las mismas rutinas. Calvos, gordos, abandonados a una deriva que les han impuesto mientras yo, desde mi ventana, mirando mi patio, pienso si el Tenorio tendría acento sevillano, y si quedaría bien con mi voz, y qué sombrero me pondré en todas las comuniones en las que tengo que actuar en mayo.

No puedo casarme, no tengo un duro. Y ni siquiera tengo con quién. Sin embargo, se lo propondría, domingo tras domingo a cualquiera de las que se despiertan conmigo, para horas después amar a la primera que me diga que quiere.

¿Tan viejo estoy? Cuando llevo corto el pelo me asusta sonreír delante de un espejo, porque veo a mi padre y pienso en lo poco que tengo y en lo poco que he conseguido y en lo mucho que he soñado y en lo todo que he reído.

Y me acuerdo (esto es cierto, poco y destiempo, pero lo hago) de ti y del mar y de las veces que hemos soñado juntos y separados por siete horas de carretera pensando en el día que brillemos.

Y se nos olvida (esto también es cierto) que ya brillamos.

Ya brillamos, Cristina.

Y sólo podemos brillar más.

domingo, abril 18, 2010

Las palabras del dios menor


Hoy será el primer día del resto de mi vida.

El día en que me levantaré y traeré el miedo a los cobardes y la justicia a los justos. El día en que miraré al horizonte, rayana el alba, sin temor, enfrentando a mis demonios y venciéndolos, sabedor de que nunca estuve solo.

Sabedor de que no lo estaré nunca y de que mi destino, igual que el vuestro, resplandece como el oro por mandato divino de nuestra sagrada voluntad.

Hoy será el primer día del resto de mi vida.

- Pancho Salas, momentos antes de su fusilamiento.
¡Basta!

De miedo, de estrés, de dolor, de intolerancia, de hambre, de sueño, de soledad, de falta, de ganas, de razones en contra, de excusas, de mentiras, de trampas, de dobles fondos, de cartas marcadas, de agua con sal, de lluvia, de dolor de muelas.

¡Basta!

Señor -dije- o señora


En un atardecer triste y quejoso
meditaba yo, débil y abrumado,
sobre un volumen de ciencias muy curioso
de temas que ya estaban olvidados.

Mientras cabeceaba somnoliento,
oí como si repicaran suavemente
en la puerta cerrada del salón.
“Será alguna visita, —pensé yo—
que está llamando a la puerta de atrás.
Es eso, sólo eso y nada más.”

******
Ah, recuerdo claramente
aquel diciembre anodino,
y el rescoldo mortecino
que hacía sombra en el suelo.
Mientras pedía vanamente
a los libros un consuelo,
por la pérdida de aquella
que los ángeles por bella,
quisieron llamar Leonor.
“Oh mi amor!”
Oh hermosura excepcional,
que ya ha quedado sin nombre
por siempre, siempre jamás!

******
Me estremecí al ondular
de las púrpuras cortinas,
con ese ruido sedoso
del fantasma que camina.
Mi corazón temeroso
del pecho quería saltar,
y yo repetía angustiado
para poderlo callar:

“Es sólo un visitante que quiere entrar.
Es eso, es eso sólo, y nada más.”


Mas de pronto mi alma tomó aliento
y sin dudarlo, lancé mi voz al viento:

“Señor —dije— o señora, lo lamento,
y os imploro perdón de corazón.
Pero ha ocurrido que,
como estaba yo medio dormido
y llamasteis tan sin hacer ruido
a la puerta de mi habitación,
pues apenas si os he oído.”

******
Y abrí de par en par:
oscuridad, tan solo, y nada más.

******

Di la vuelta tras cerrar;
sentía mi sangre caliente,
cuando de nuevo, oí llamar,
esta vez más fuertemente.

“Eso es —dije yo— eso es seguramente
que sin duda esta mañana
alguien dejó sin pensar
cualquier cosa en la ventana.”

Abrí de par los postigos
y entró, cual si fuera amigo,
con revoloteo ruidoso,
un cuervo majestuoso.

No hizo reverencia alguna,
y con un aire altanero
de dama o de caballero,
sin batir casi sus alas,
con la mirada despierta
saltó, se posó en la puerta,
luego en el busto de Palas,
y nada más.

******
“Aunque tengas la cresta rala y lisa
no es tu actitud sumisa.
Tú, que por el margen de la noche vagas,
dime, cuál es tu nombre,
antes de que deshagas
lo que plutónicamente
te da el hombre, pájaro carroñero.”

******

(“Multiplícate por cero!”)

******

- Bart, el cuervo dijo: “nunca más”,
y nunca diría otra cosa.

- De acuerdo, de acuerdo...

******
De pronto noté el aire perfumado:
un invisible incensario balanceado
por ángeles cuyo tintineo
quedaba en la alfombra amortiguado.

“Miserable”, le increpé;
“Dios por medio de estos querubines
te envuelve en el descanso y el sopor
que alivian el recuerdo de tu amor.
Apura, apura este filtro que asegura
el no acordarte más de tu locura.”

Y dijo el cuervo: “nunca más”.

******
“Que estas palabras sean tu despedida,
pájaro demonio; —chillé furioso—
aléjate de mi vida,
ve a tu noche de plutonio
y no dejes pluma atestiguando la mentira
que tu alma invoca.
Mi rebeldía se ha convertido en ira.
Baja del busto de roca,
no busques mi corazón
y desaparece de mi habitación.”

Y dijo el cuervo: “nunca más”.

“No busques, cuervo, mi corazón,
desaparece de mi habitación.”

Y dijo el cuervo: “nunca más “.

******
Y el cuervo inmóvil,
cerradas las alas
ahí sigue parado,
sobre el busto de Palas.

Guardián inmóvil
de mi imagen muerta,
escudriña mi ser
desde la puerta.

La luz proyecta su imagen en el suelo,
donde yace mi alma sin consuelo.
Donde ya siempre mi alma yacerá
pues no podrá levantarse...

...nunca más.

jueves, abril 15, 2010

Más de cien pupilas


Mil novecientos cuarenta y dos días después, sigo sin entenderlo.

Y como no lo haré nunca, sonrío pensando en que le ha hecho gracia mi disfraz.

Nunca seremos más jóvenes que ahora. Uno de mis dos maestros suele decirlo, un ejemplo vivo del ir a por más, de vencer, de nunca detenerse. Si te paras, estás muerto, dijo una vez.

¿Quién quiere morirse en vida quedando dados que tirar, labios no besados y patrias privadas que tomar al asalto cuando queda poco para amanecer?

Renovado, seguro, poderoso y dudando sobre el futuro, nunca ajeno a la condición humana y fiel a mi insana costumbre de escuchar música mientras ordeno el cuarto.

Ya os llamo yo.

Una de mis cien mentiras favoritas.

Tenemos memoria, tenemos amigos,
tenemos los trenes, la risa, los bares,
tenemos la duda y la fe, sumo y sigo,
tenemos moteles, garitos, altares.

Tenemos urgencias, amores que matan,
tenemos silencio, tabaco, razones,
tenemos Venecia, tenemos Manhattan,
tenemos cenizas de revoluciones.

Tenemos zapatos, orgullo, presente,
tenemos costumbres, pudores, jadeos,
tenemos la boca, tenemos los dientes,
saliva, cinismo, locura, deseo.

Tenemos el sexo y el rock y la droga,
los pies en el barrio, y el grito en el cielo,
tenemos Quintero, León y Quiroga,
y un bisnes pendiente con Pedro Botero.

Más de cien palabras, más de cien motivos
para no cortarse de un tajo las venas,
más de cien pupilas donde vernos vivos,
más de cien mentiras que valen la pena.

Tenemos un as escondido en la manga,
tenemos nostalgia, piedad, insolencia,
monjas de Fellini, curas de Berlanga,
veneno, resaca, perfume, violencia.

Tenemos un techo con libros y besos,
tenemos el morbo, los celos, la sangre,
tenemos la niebla metida en los huesos,
tenemos el lujo de no tener hambre.

Tenemos talones de Aquiles sin fondos,
ropa de domingo, ninguna bandera,
nubes de verano, guerras de Macondo,
setas en noviembre, fiebre de primavera.

Glorietas, revistas, zaguanes, pistolas,
que importa, lo siento, hastasiempre, te quiero,
hinchas del atleti, gángsters de Coppola,
verónica y cuarto de Curro Romero.

Tenemos el mal de la melancolía,
la sed y la rabia, el ruido y las nueces,
tenemos el agua y, dos veces al día,
el santo milagro del pan y los peces.

Tenemos lolitas, tenemos donjuanes;
Lennon y McCartney, Gardel y LePera;
tenemos horóscopos, Biblias, Coranes,
ramblas en la luna, vírgenes de cera.

Tenemos naufragios soñados en playas
de islotes son nombre ni ley ni rutina,
tenemos heridas, tenemos medallas,
laureles de gloria, coronas de espinas.

Tenemos caprichos, muñecas hinchables,
ángeles caídos, barquitos de vela,
pobre exquisitos, ricos miserables,
ratoncitos Pérez, dolores de muelas.

Tenemos proyectos que se marchitaron,
crímenes perfectos que no cometimos,
retratos de novias que nos olvidaron,
y un alma en oferta que nunca vendimos.

Tenemos poetas, colgados, canallas,
Quijotes y Sanchos, Babel y Sodoma,
abuelos que siempre ganaban batallas,
caminos que nunca llevaban a Roma.

lunes, abril 05, 2010

El amante impar


Tres.

Tres, en una discreta multitud sólo conocida por uno de ellos.

Ajena a la realidad y a ojos observadores que estuvieron distraidos, la multitud de tres se movió en el mismo espacio, pisando el mismo suelo y besando la misma boca. En momentos (ayer, hoy, a escondidas) diferentes, en lugares (en su cama, en su ciudad, a escondidas) diferentes, ajenos a la realidad y a ojos observadores.

Haciendo llorar, acompañando, mordiendo, cada uno fiel a su función y su naturaleza, esclavos involuntarios de una danza invisible puesta en marcha, en parte por la mala providencia, en parte por ellos mismos. Culpable cada uno (de herir, de ignorar, de atreverse) de sus propios y únicos pecados, víctimas de sus demonios (la mentira, la inocencia, la lujuria), prisioneros de su visión incompleta (la que hubo, la que hay, la que se esconde) de una realidad condensada en tres días, lo que dura un encuentro, varios asaltos de un juego en el que no todos saben bien la reglas.

El ex-novio, el novio y el amante.

Una discreta multitud sólo conocida por uno de ellos.

El único que esta noche dormirá solo, y a quien nadie despertará por la mañana.

Pensando, inevitablemente, que el que más recibió aquellos días es, para variar, el que menos tiene.

Dulces sueños, ángel de la noche.