...es el principio y el fin.

viernes, diciembre 17, 2010

Ana es mía


Ana es mía.

Ana.

Es mía.

Y lo será mucho tiempo, porque ella quiere seguir siéndolo. Y lo quiere porque cree que lo ha elegido, porque piensa en rosa y porque tiene miedo. Porque vive aterrada dentro de una cáscara frágil de la que no puede escapar. Y no puede porque los montruos, grandes y gordos que la persiguen, que deforman sus sueño y distorsionan lo que ella ve en su mundo existen solo en su imaginación. En su sueño. En su mundo.

Ana es mía.

Ella cree que desea serlo, se desvive por serlo: se oculta, llora, huye, se esconde, miente y engaña. A todo el que intenta acercarse a ella, y a sí misma. Se oculta a simple vista, llora cuando no la ven, huye a confesarse, se esconde de cristales que quieren (piensa ella) decirle mentiras.

Ana, que es mía, quiere ser una princesa. Cierra los ojos y pensando en rosa se siente volar, etérea, ajena a la gravedad, al mundo y sus etiquetas, se eleva como una mariposa. Perfecta. Perfecta. Perfecta.

Ana, que no se atreve a hablar con nadie habla con mucha gente. Gente que está lejos, con otras chicas que también se llaman Ana. Que huyen y se escapan y que lloran porque creen que todo el mundo las engaña. Hablan entre ellas, se ayudan y aconsejan. Paro hay algo que no saben.

Lo que Ana (que es mía) ignora, es que va a morir. Y es que ya está muerta.

Porque no quiere vivir. Porque no se atreve. Porque tiene miedo. Y a veces elegir encogerse hasta desaparecer es demasiado fácil, demasiado sencillo comparado con no volar, con no ser una princesa, con no ser perfecta.

Ana es mía. Pero no quiero que lo sea.

Y cuando me enteré de que era mía lloré: porque no supe ayudarla antes de que muriera. ¿Quieres saber cómo murió Ana, que era mía?

Siendo una princesa perfecta dentro de sus sueños.

Volando ingrávida, pensando en rosa.

Y sola.

Completamente sola.