...es el principio y el fin.

viernes, octubre 21, 2011

Otro uniforme de Gala



Voy a hacerte feliz. Sufrirás tanto 
que le pondrás mi nombre a la tristeza. 
Mal contrastada, en tu balanza empieza 
la caricia a valer menos que el llanto. 


 Cuánto me vas a enriquecer y cuánto 
te vas a avergonzar de tu pobreza, 
cuando aprendas -a solas- qué belleza 
tiene la cara amarga del encanto. 


 Para ser tan feliz como yo he sido, 
besa la espina, tiembla ante la rosa, 
bendice con el labio malherido, 


 juégate entero contra cualquier cosa. 
Yo entero me jugué. Ya me he perdido
Mira si mi venganza es generosa.

lunes, octubre 17, 2011

Esto es el rastro, señores


No sé.

Pero hacía bueno. Era domingo y había dormido relativamente pronto. Y aunque estuve dudando un par de ratos en la cama, al final me decidí. Hacía, literalmente, años que no lo hacía.

Me fui al mercadillo.

Tienen un algo ¿verdad? Compré cuatro libros de segunda mano (uno es para regalártelo), unas bragas y dos bolsas de Thunderbirds. Esos muñecos de plástico y goma con los que jugamos algunos a principio de los ochenta. ¿Qué voy a decir? Somos una generación de nostálgicos.

Tras un par de horas (una, dos y tres, una, dos y tres, lo que usté no quiera para el rastro es) entre pantalones de marca con faltas de ortografía, calcetines seis pares cinco euros, bolsos de piel-piel, a diez el que más te guste, reina, juguetes de usar y tirar, restos de motores, barajas viejas, tebeos antiguos y porno del interviú, me fui, ufano, al autobús.

Al autobús. Estaba medio leyendo uno de los libros que había comprado. Uno de psicología. Hablaba del complejo de Níobe, y el de Elektra, o Daredevil, o algo así. Y no me fijé hasta que subí al autobús.

Eran tres. Número mágico: la abuela, la madre y la hija. Me imagino que de Marruecos, por lo que sé de las fotos de niña de mi madre. Igual meto la pata, pero es para ilustrar. Me hizo gracia la gradación de ropas. La abuela llevaba un traje típico, de cuerpo completo, de color azul, muy vivo, precioso. Con bordados plateados. Sencillo, pero elegante. Esto es: una señora. La cabeza tapadita con un pañuelo blanco, y los ojos atentos a la hija, es decir, a la nieta. La madre llevaba pantalón y jersey, oscuros, y la cabeza tapada, también, y también de oscuro. Y la niña...

La niña iba vestida de niña. Con pantalón morado y camiseta. Y en la cabeza.

Ay, en la cabeza.

Llevaba atada la camisa.

No me di cuenta de que era una camisa hasta que se la quitó. Me hizo mucha gracia. Ella se sentó al lado de la abuela, que escuchaba todo lo que decía. Hablaban en, lo que supongo, quizá árabe. La niña no callaba, y la abuela sonreía. La madre miraba de reojo y de vez en cuando también. Era preciosa. Delgadita y muy morena, con unos ojos castaños muy oscuro, enormes, como dos gemas casi de caoba.

Y mira.

Me da igual lo que digan. Porque los ojos no mienten.

Me la suda quien les mire mal. Quien se declara en contra, quien se autoengaña y se niega a ver que los colores de la paleta se están mezclando.

Me la suda que digan que vienen a quitarnos el trabajo. Que se forman guettos. Que si roban. Que si, como diría mi padre, zarandajas.

Porque los ojos (acabo de decir) no mienten.

Yo he visto los de esa niña. Y me alegra saber que cuando yo sea un mentalista con canas en las sienes y pregunte a una espectadora con ojos como dos gemas casi de caoba cómo se llama, me dirá que Fátima, o Malika, o Samira, y su novio, que estará al lado, se llamará Carlos, o Ramón.

Y Ramón (que nació en un barrio de Madrid, o en Triana, o cerca de la Rambla) será el hombre más afortunado del mundo, porque, cada noche, habrá dos ojos (casi, casi) como gemas de caoba que le darán la razón de todos los porqués.

El autobús llegó a mi parada y desperté. Ellas tres se bajaban en la misma parada que yo. Y Fátima, Malika o Samira volvió a ponerse la camisa en la cabeza.

Volvió a hacerme gracia, sonreí al bajar y nuestros caminos se separaron.

Qué suerte, la de Ramón.

viernes, octubre 14, 2011

¿Quién necesita razones?

Algunas cosas solo suceden de noche.

Las pérdidas de razón. Las confesiones. Mister Hyde. Las pasiones sin culpabilidad. Los arrebatos. Drácula y el hombre-lobo. Los saltos al vacío, los errores de cálculo. Batman. Los faroles con y sin cartas. La osadía.

Y, sin avisar y muy poco a menudo, las sorpresas.

Las sorpresas con nocturnidad.

Algunas cosas solo suceden de noche.

Algunas cosas suceden porque tienen que suceder. Porque de pronto es el momento y porque era obvio aunque nadie se hubiera dado cuenta antes. Aunque sea ambiguo y andemos sobre arenas movedizas. Sobre las nubes de tu pelo. Algunas cosas suceden antes de que ocurran: la causalidad es esquiva cuando las cosas pasan de noche.

Porque no puedes escoger una vida, ni un empleo, ni familia o televisores, por muy grandes que sean. Porque no puedes escoger tus sorpresas. Porque aunque estés solo, sentado un cine, con la única compañía de un combo mediano de Coca-Cola Zero y palomitas, de noche puede suceder de todo. O quizá te des cuenta de que ya había ocurrido tiempo antes. Y solo ahora eres consciente.

Algunas cosas solo suceden de noche.

Sin motivo, una paloma mensajera de unos y ceros trae luz a la noche en el momento que menos te lo esperabas, pero que, quizá, sea el más adecuado. O el único. Quizá solo sucede porque sí y es momento de bajar la espada y envainar. De respirar y mirar alrededor, porque puede que el aire sea nuevo, o dulce, o salado. O porque algunas cosas solo ocurren porque tienen que ocurrir.

Sin trampa. Sin cartón. Sin decir mentiras.

Algunas cosas solo suceden de noche.

Y desgraciadamente, les buscamos razones.

No hay razones.

Quién necesita razones cuando tienes…

No hay mejor lugar


Viniste a mi cabeza.

Y tuve que encontrarte.

Mira dónde
:


No hay mejor lugar que entre las nubes de tu pelo
Para revolver las drogas con los versos
Lo mejor del sol... el brillo de la luna
que es tu corazón.

En medio del mar te sientes como en un desierto.
Primavera ven y cúrame el invierno
Loco trovador, es tu canción desnuda
Solo corazón

Hoy me quedo en casa
lo de fuera no me interesa
ya saldré a dar una vuelta otro día que no llueva
¿Cuántas flores para un ramo?
¿Cuántos versos para un poema?

(...)

Hoy me quedo en casa
lo de fuera no me interesa
ya saldré a dar una vuelta otro día que no llueva
¿Cuántas flores para un ramo?
¿Cuántos versos para un poema?