La muy perra.
Quizá sea por el estado de las cosas (aunque no por las cosas de Estado), pero esta semana, y un curioso sábado de la pasada, he estado teniendo ganas de tocar, discretamente, algún que otro bolerillo.
La guitarra, vieja y con la caja rota, estaba algo triste por saber que ya hemos encontrado sustituta, pero ha estado vagando más bien alegre de mano en mano, como La Lola. Un soneto que dejé a medias me sorprende anoche rimando sobre cuatro acordes que, por fin, he entendido por qué eran.
He dormido espantosamente mal, prisionero de la gripe y de vísceras traviesas (varias de las acentuadas: hígado, estómago, corazón), pero al levantarme, allí seguía la guitarra vieja de la caja rota.
Sonriendo maliciosa, porque sabe que, pese a todo, la muy perra es insustituible.
La guitarra, vieja y con la caja rota, estaba algo triste por saber que ya hemos encontrado sustituta, pero ha estado vagando más bien alegre de mano en mano, como La Lola. Un soneto que dejé a medias me sorprende anoche rimando sobre cuatro acordes que, por fin, he entendido por qué eran.
He dormido espantosamente mal, prisionero de la gripe y de vísceras traviesas (varias de las acentuadas: hígado, estómago, corazón), pero al levantarme, allí seguía la guitarra vieja de la caja rota.
Sonriendo maliciosa, porque sabe que, pese a todo, la muy perra es insustituible.