Un Relato Asombroso
sobre La Gata
por
Marcos Pastor
guionista y productor de APK
Santiago es una ciudad antigua, en medio de una tierra antigua.
Eso pensaba El Mago mientras caminaba por una calle oscura y quizá irrealmente estrecha. Todas las ciudades antiguas tienen lugares extraños, donde los encuentros fortuitos con lo desconocido son... cuando menos, memorables.
Ya anochecía.
El Mago escudriñaba las esquinas, vigilaba la oscuridad y acariciaba su Sello. La noche en el norte es buen lugar para sorpresas peligrosas. La Oscura Cofradía era poderosa en esa parte del mundo, y no tardarían en decidir tomarse la justicia por su mano, aunque El Mago hubiese vencido a su Gran Maestro en duelo de manera legítima.
El Mago ajustó su sombrero. La noche refrescaba.
Oyó un maullido.
No supo precisar de dónde venía.
Siempre, en el mundo de la magia, es peligroso no saber precisar de dónde viene algo. Se asustó.
Murmuró el comienzo de un conjuro. No era un conjuro amable, y no se molestó en disimular el brillo de la mano. Si la Oscura Cofradía venía a por él, los mundanos tendrían un buen espectáculo.
Pero no.
Salió de la sombra, de la misma forma terrena en que saldríamos tú y yo.
El mago la miró a los ojos, oscuros.
La gata le devolvió la mirada.
Él se agachó para observarla más detenidamente.
Ella se acercó y se dejó acariciar. Su pelaje era extrañamente suave para una gata callejera, sin embargo no parecía ser territorial o pertenecer a ninguna de las casas cercanas. Quizá, pensó el mago, haya venido de lejos. De muy lejos.
El Mago deshizo el conjuro para acariciarla mejor, con ambas manos.
Estaba seguro de que había visto esos ojos en alguna parte, pero no supo precisar dónde.
Por la noche, en los reinos de la magia, es peligroso no saber precisar dónde.