(extracto de "Historia verdadera de todo cuanto vi", de Alí Ibn Kipran)
Kan ya makan…
¡Sea alabado mil veces mil el nombre de Alá, malik del cielo, en todas sus formas! ¡Sea después el nombre del profeta! Que ambos colmen de bienes a los hombres de la fe de todo el mundo, y a sus hijos, y a los hijos de sus hijos.
En el nombre de Alá, el mil veces misericordioso, cuento esta historia verdadera en el último de los días de mi vida, pues ella y mi memoria han sido largas, y no quiero que muera esta al morir aquella.
Mi nombre es Alí Ibn Kipran Ibn Iusuf, al que llaman Al Hussan los que no son médicos, y padre mis hijos.
De ellos os hablaré hoy en mi última historia verdadera.
¡Alá el grande bendiga diez mil diez veces a mi esposa por haberme llenado de felicidad con los frutos de su vientre! ¡Derrame la voluntad inefable del malik del cielo la dicha sobre mi hija primogénita!
Es ella de piel blanca y cabello cobrizo, de dulce gesto y singular belleza. ¿Qué padre de la tierra no ve en su hija la belleza? Cien veces más la veo yo en ella. Estudió las leyes del hombre y las leyes de Alá, pues es la más sabia y la más piadosa de mis hijos. Es, de todos ellos, la única que cumple con todos los preceptos de la fe, y a la que pido interceda por sus hermanos cuando estos duden ante los avatares que la voluntad del rey del cielo interponga en sus caminos. Le pusimos de nombre el nombre de la luna, para no olvide ella ni ninguno de sus hermanos de dónde viene su estirpe, y a ella, mi primogénita nombro guardiana de mi nombre y del de mi padre.
¡Sea así voluntad de Alá si el mil veces grande desea concedérmelo!
¿Quién podía imaginar los sueños e ilusiones que anidaban en el corazón de mi segundo hijo? Ni su madre ni yo lo adivinamos cuando lo veíamos de niño mirando el cielo, y a las aves que lo surcan, con ojos azules que buscan liberarse de toda atadura. Ya de muy pequeño aprendió a hablar las lenguas de los hombres, y de los pájaros, y de todas las criaturas que habitan en la tierra. La lengua blanda y educada de los habitantes de la isla envuelta en brumas del Oeste, el meloso y dulce habla de los poetas del norte que viven en casas de acero y de cristal, la charla afilada y cortante de los grandes guerreros infieles que adoran a muchos dioses y uno de ellos es tuerto. Compró a un mercader de tierras de ultramar un aparato de mágico ensueño que le permitía remontar los aires como los pájaros que en su niñez miraba. Y así vive, llevando a hombres y mujeres de país en país y de tierra en tierra, pues conoce todas las lenguas y ha visto todos los lugares donde se ha derramado la luz de Alá, y trayendo a su hogar, que antes fuera el mío, objetos fenomenales de todos los rincones de la tierra. Nunca se detenga su vuelo ni los deseos de su corazón.
¡Sea así voluntad de Alá si el mil veces grande desea concedérmelo!
Os hablaré ahora de mi tercer vástago, orgullo que me hace sonreír, pues por dos veces el grande honró a mi esposa con hijos cuyos rostros y hechuras rememoraban su abolengo, pues ella era blanca como ya dije, y él alto y de pelo dorado, de ojos como el aguamarina. En el tercer fruto de nuestro amor, la providencia sagrada del único dios verdadero trajo un hijo que llamaba sangre a mi sangre, pues es de pelo y faz oscura, ensortijado su cabello casi negro, como fuera el mío antes de encanecer, y dejó crecer, para mi orgullo, su barba para asemejarse más a mí. De muy niño comenzó a estudiar las artes de la lucha con maestros cuyos maestros vinieron de las islas del oriente, y aprendió cómo derribar a hombres diez veces más grandes con un solo gesto de su mano, cómo luchar con todas las armas que el hombre ha creado y a ser invencible cuando esgrimía el sable que de mí heredó, tan grande como era su destreza. Aprendió más tarde los secretos y nombres de la hechicería, y cuentan los hombres que lo han visto que puede adivinar los pensamientos y conocer los hechos antes de que ocurran. Use tal destreza y la magia que su estudio le ha proporcionado para traer la paz y no el dolor a todos los hombres que en su camino encuentre.
¡Sea así voluntad de Alá si el mil veces grande desea concedérmelo!
Y sin embargo, la cuarta vez que mi esposa me llenó de dicha y alegría con los frutos de su vientre, otro niño de piel como la nieve recién caída y ojos como los cielos grises del Norte lloró en mis manos por primera vez. Muchas serían después las ocasiones en las que oiría el sonido de su voz, pues conversé con él largas horas y largos días, porque era el apetito de su alma los mismo libros y las mismas historias que yo de joven ya leyera. El don que Alá quiso entregar a mi hijo fue tardío, pero como la antracita que yace bajo la tierra, su lenta combustión proporcionó la más viva de las llamas. Poseen sus dedos la habilidad de plasmar las imágenes de los hechos de los hombres y de los hechos de la imaginación, y de hacer con ellas reír, o llorar, o sonreír y asentir por el ingenio, como hacen las palabras que tejen los poetas y los que cantan esas palabras. Es su espíritu un lugar de vívidos colores y sus ojos un privilegio de la voluntad divina, pues con ellos ve las formas y las luces de formas que volverían loco al hombre menor, y después transforma lo que ve en una obra que será cantada mientras se oiga la palabra del profeta.
¡Sea así voluntad de Alá si el mil veces grande desea concedérmelo!