...es el principio y el fin.

jueves, marzo 13, 2008

La Bañera del tiempo (II)

¿Qué mueve al hombre cuerdo a desafiar a los cimientos de la realidad? Supongo que no existe una causa verdadera para el hombre que se encuentre en sus cabales, pero la sombra insidiosa de la locura, las maneras de aquellos que danzan entre la fina línea de lo noble y lo malvado acechan en todo hombre, y sobre todo, en todo hombre brillante.

Cuando lo conocí, recuerdo perfectamente, me pareció un hombre curiosamente excéntrico. Sin embargo, con el tiempo (siempre el tiempo) y el trato, descubrí una exquisita lógica en su forma de proceder, en su forma de observar el mundo y entenderlo. En su forma de amarlo, y por qué no decirlo, en la manera que tenía de desafiarlo.

Solíamos quedar todas las semanas, con esa costumbre y seguridad que da la amistad, conversando hasta altas horas de la noche, de temas siempre polémicos y las más veces, de escabrosa moral. No sé si lo hacía por gusto o simplemente por una poderosa curiosidad intelectual. En cierta ocasión, ignoro si animado por los vapores del chianti o por el miedo a algo que no puedo entender y que entreví en sus ojos, me dijo que un día nos citaríamos y él no aparecería. Que no me preocupase, que él estaría bien, aunque más lejos de lo que yo sabría imaginar. Me dijo que regresaría, pero que no lo esperase. Y que habría un regalo para mi. La conversación entonces dió un giro y sus palabras pasaron a formar parte del pasado. Del tiempo pasado.

Nunca lo entendí del todo, y jamás volvió a tratar el tema. Como si no hubiese sucedido.

Pero...
La semana pasada me cité con él, cual hiciéramos todas las anteriores.

Quedamos en un lugar apartado, como solíamos, como a él y a mi nos gustaba. No sabría indicar por qué, pero lo sospeché todo el trayecto de ida y lo supe de forma visceral en cuanto llegué. Él es, o era, un hombre de extrema puntualidad, al contrario que yo. Sólo eran cinco o diez minutos, pero él no se encontraba allí.

En el lugar del encuentro había una maceta, con una planta. Una planta con una extraña flor doble de color encarnado, y un tallo grueso y áspero. Y una nota: "éste es el regalo."

Ningún botánico ha sabido decirme qué planta es, o a qué familia pertenece.

Imagino que es de ese lugar lejano que no puedo imaginar. Que no sé imaginar.

Sé que regresará, y desoyendo su consejo, esperaré.

Después de todo, es sólo cuestión de tiempo.

De tiempo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Repasa la gramática y la ortografía; es muy bueno como para tener algunos fallos. Y después borra este comentario.

El Capitán dijo...

snif, snif, huele a pedante, y yo no he sido =D

El relato genial, la gramatica mal xD jajaja, que me atraganto. Ni puto caso.

Anónimo dijo...

Si lo hubieras borrado no me vería en la necesidad de responder... (dió, mi, etc.?) Sin acritud y sin pedantería. xD