Lo malo de los horarios diferentes a los habituales es que nunca sabes a quién demonio te vas a encontrar.
O qué ángeles.
Por eso voy a primera o a última hora al gimnasio. Al de levantar peso, no al de vestirse de negro.
A primera hora nunca hay nadie, y además hay poca luz natural todavía. O la que hay es tenue. Hay poco ruido en la ciudad y todo el mundo entrena tranquilo y a su manera. Los pocos que hay. Dos chicas haciendo máquinas y un señor delgadito de unos cincuenta y muchos en una de las máquinas de cardio. Y yo, levantando peso. A la antigua.
Pero algunos días no me queda más remedio que ir a otra hora. A media tarde. O la final de la mañana un sábado.
Y siempre que hago eso, me cabreo.
Porque soy un intolerante. Y porque llueve. Y me toca los cojones haberme venido a Sevilla y que no pare de llover. Todo el día. A todas horas.
Y llegar mojado y furibundo del trabajo y ver que hay dos canis sin la más mínima educación, comunicándose a grito limpio mientras hacen curl de bíceps en la jaula de sentadilla. El equivalente gimnástico de encontrarte a alguien serrando con una lima cuando necesitas limar una aspereza. O cuando necesitas un hacha.
Normalmente ignoro a todo el mundo cuando entreno, fiel a la máxima de emplear los espacios para lo que son. No voy a tomar copas a una biblioteca. Y ya hablo con gente cada minuto de mi trabajo. Así que pongo peso y lo levanto.
Y en una de esas, pensando pestes de la gente que me rodeaba, tumbado boca arriba en un banco prepadado para empujar una barra con discos, hop, hop, oigo a un mastodonte, ex-campeón de culturismo de Andalucía, con cresta y tatuajes, referirse a su hija (un angelito rubio y diminuto), de meses, allí presente en un carrito.
Y me quedé de piedra bajo la barra, recibiendo bajo 60 kilos una adecuada lección de peso.
"Es que no puedo vivir sin ella".
Dijo.
Y así, como en los cuentos, abracadabra, con una frase mágica cambió de color el universo.
Acabé la serie, me cambié y salí por la puerta, despidiéndome.
Y por primera vez en semanas, había salido el sol.
Como en los cuentos.
Abracadabra.
4 comentarios:
¿"Arriva"?
Porque sé que ha sido fruto del despiste que sino te daba una colleja cibernética.
Muy entretenidas las conversaciones de los gimnasios, sí. A primera hora yo solo escucho las últimas lindezas de Belén Esteban en boca de señoras de 65 años que dan pedaladas en la bici estática apagada; asi que lo mejor es ponerse los auriculares y perderse con las melodías.
Te mando un besito, muak!
La imagen que has creado del campeón con su hija al lado, es preciosa.
Qué bonito ^^
Qué maravilloso es el mundo, que siempre pone lo bueno mezclado con lo malo para que solo lo aprecien los que saben verlo...
Mago.
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