Mil.
Cada uno, mil.
Todos juntos, pero cada uno en solitario: mil cortes de sable hacia abajo.
Cada uno dueño y enemigo de sus propios demonios, enfrentándose con la única compañía de su mente en blanco, del sonido de la hoja, del olor del viento, frío en una mañana de enero.
Todos juntos, pero cada uno en solitario: mil enseñanzas para cada uno, mil demonios muertos.
La sólida certeza de matar y morir en solitario, pero acompañado siempre por mil años de sangre y de sudor susurrándote al oído. Vientos de treinta y cuatro generaciones. La sólida certeza de vivir en solitario: pero nunca sólo, gracias a una tradición.
Mil es mucho cuando no es una metáfora.
Y mucho, en estos tiempos en que nadie tiene nada es suficiente para todos.
Mil.
Cada uno, mil.
Todos juntos, pero cada uno en solitario: mil cortes de sable hacia abajo.
Cada uno dueño y enemigo de sus propios demonios, enfrentándose con la única compañía de su mente en blanco, del sonido de la hoja, del olor del viento, frío en una mañana de enero.
Todos juntos, pero cada uno en solitario: mil enseñanzas para cada uno, mil demonios muertos.
La sólida certeza de matar y morir en solitario, pero acompañado siempre por mil años de sangre y de sudor susurrándote al oído. Vientos de treinta y cuatro generaciones. La sólida certeza de vivir en solitario: pero nunca sólo, gracias a una tradición.
Mil es mucho cuando no es una metáfora.
Y mucho, en estos tiempos en que nadie tiene nada es suficiente para todos.
Mil.
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