Son las dos de la mañana y hablo con una mujer de pelo oscuro y carácter. Y muy bella.
Y acabo de acabar, a falta de la ristra de munición, la reproducción de una ametralladora gatling.
Por primera vez en mi vida, he acabado un modelo, una maqueta y no me la he puesto al lado de la cama para poder mirarla.
Pero no hablo de ellas.
Sino de él.
He abierto su armario.
Su armario, donde meticulosamente, ordenado en cada milímetro y etiquetada cada mota con su origen, calibre y peso, guardaba su enorme colección de cartuchos, sus juguetes de coronel Tapioca y el enorme sinfín de cosas que, como a mí me pasa a veces, le provocaban curiosidad en algún momento: monedas, rodamientos de motor, decenas de aparatos, maquetas, cosas pequeñas y de colores.
Y el olor. Que me hace sonreír como una deliciosa bofetada de melancólica alegría, pensando en cuando pesaba una tercera parte de lo que peso ahora y él me dejaba fisgar en aquel prohibidísimo armario de las maravillas.
Hoy, tristemente, el armario no estaba prohibido.
Hoy he cogido algunas cosas de ese armario. La canana grande. Una cartuchera de cintura. Varias vainas del 7.62.
El azar maldito del día más atroz de mi vida hizo que muchas de las cosas del prohibidísimo armario de las maravillas pasasen a ser mías. Casi todas las que tienen forma de cartucho, todas las que tienen que ver con los juguetes de coronel Tapioca, todas las vainas del 7.62.
Pero no es un día para llorar, ni para estar triste, aunque se haya levantado la prohibición del armario mágico.
Porque son las dos de la mañana y estoy y hablo con una mujer de pelo oscuro y carácter. Y muy bella. Que es como a él le gustaban.
Por que acabo de terminar (a falta de la ristra de munición) la reproducción de una ametralladora gatling para un disfraz de una película que fui a ver con él, hará dentro de poco veinte años. Una película que siempre me viaja la memoria a cuando el día más atroz no había ocurrido, una película de robots, y viajes en el tiempo, y un niño y su padre robot luchando contra un montruo que no podía pararse, y recuerdo recordar pensar que él me protegería a mí de todos los monstruos de mi vida.
Pero no pudo.
Así que lo haré por él.
Y hoy, por primera vez en mi vida, he acabado un modelo, una maqueta y no me la he puesto al lado de la cama para poder mirarla.
Se la he dejado al lado del armario de las maravillas, porque sé que no podrá resistirse a acercarse para decirme en qué me he equivocado, y por qué el calibre de las vainas que llevo en la canana no tiene sentido.
Así hoy no tendrá excusa para mandarme a dormir.
Que son las dos de la mañana.
2 comentarios:
Me ha encantado. Ojalá algún día alguien puda escribir algo de mi tan bonito como lo que tú has escrito hoy de él.
1Beso.
ojalá dejemos armarios de las maravillas para que aquellos a los que queremos puedan guardar, si lo desean, recuerdos nuestros, de cuando fuimos...de lo que somos.
"Que me hace sonreír como una deliciosa bofetada de melancólica alegría"
Publicar un comentario