...es el principio y el fin.

lunes, noviembre 26, 2007

Mandarina con tomate

Hoy voy a hablarles de ella, que llevo retraso y ha sido su comple.



Ella es una fruta pequeña que huele bien y que da besos.



Es una Mandarina.



Tien aproximadamente cero coma seis veces el tamaño de una persona normal, pero es sólo para los que la ven de lejos. Los que la tenemos cerca a menudo nos damos cuenta de que expande en nuestras vidas hasta ocupar huecos que creías olvidado y que se vuelven insustituíbles. ¿La única pega?



Que cuando no está, la echamos de menos.



Es una Mandarina tan única que estaría dispuesto a matar por sólo uno de sus gajos.



Qué grande es, esta pequeña.

Jû no Kokoro - Gentileza del Corazón


Perdonen el retraso. Días, pausas, giros argumentales, reposiciones de series anteriores, estrés emocional: ya saben.

El miércoles pasado fui a la oficina. Es una oficina pequeña, nos conocemos todos, pese a que los free-lance apenas pisamos por allí. Mi colegio, Nuestra Señora de Lourdes, queda al lado.

Y dentro de él, el pequeño recinto con un tatami, tapiz y vestuarios donde hace tiempo, mucho de calendario y poco en la memoria, practicaba el arte del Judo.

Siempre, mierda, siempre me pongo nervioso cuando me acerco allí a saludar. Hace siete años que cambié el kimono blanco por uno negro, dentro de el cual había exactamente lo que buscaba, pero regresar allí, atravesar el patio, bajar las escaleras, llamar a la puerta, ver a quien fuera mi maestro durante catorce años... siempre me provoca eso que los japoneses llaman temblor en el kokoro.

El kokoro no es el alma. No es el espíritu, no es el corazón. Es una palabra que emplean para referirse a esas emociones que están en el alma, en el espíritu, en el corazón. Llamé a la puerta de Judo Lourdes.

Pedro, mi antiguo entrenador abrió. Yo me esperaba lo de siempre: un saludo cordial, un poco de risa por haberme cambiado a un arte marcial que ellos consideran extraña, desfasada, algo... risoria, quizá.

Pero no. Me miró, me reconoció pese a la gorra, el pelo corto, la rasta, la barba... coño, Marcos. Dijo.

Y me abrazó. De esa manera que abrazan los maestros a los alumnos que deciden recorrer su propio camino pero regresan a saludar quitándose el sombrero. Imagino que así pasaba antes, igual que en los tebeos de Usagi, cuando un samurái volvía a casa de su maestro y saludaba: temblor en el kokoro. La sincera preocupación de quien te enseñó tiempo atrás siempre calienta por dentro.

La calidez, bienvenida en esta época del año, me acompañó hasta a casa.

Jû no Kokoro.

Gentileza del Corazón.
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Los ideogramas kanji de la imagen dicen "jûdo". El Judo es un arte de lucha japonés, basado principalmente en presas, lanzamientos y luxaciones. Jigoro Kano, su primer Gran Maestro fundó en 1882 el Kodokan (templo para el recto camino), donde comenzaría a desarrollar este arte basándose en diversas escuelas de Jûjutsu, el arte marcial nipón propio de la casta guerrera samurái. Jûdo o Judo significa "el camino de la suavidad" o "el camino de la gentileza".