...es el principio y el fin.

martes, marzo 30, 2010

El armario de las maravillas


Son las dos de la mañana y hablo con una mujer de pelo oscuro y carácter. Y muy bella.

Y acabo de acabar, a falta de la ristra de munición, la reproducción de una ametralladora gatling.

Por primera vez en mi vida, he acabado un modelo, una maqueta y no me la he puesto al lado de la cama para poder mirarla.

Pero no hablo de ellas.

Sino de él.

He abierto su armario.

Su armario, donde meticulosamente, ordenado en cada milímetro y etiquetada cada mota con su origen, calibre y peso, guardaba su enorme colección de cartuchos, sus juguetes de coronel Tapioca y el enorme sinfín de cosas que, como a mí me pasa a veces, le provocaban curiosidad en algún momento: monedas, rodamientos de motor, decenas de aparatos, maquetas, cosas pequeñas y de colores.

Y el olor. Que me hace sonreír como una deliciosa bofetada de melancólica alegría, pensando en cuando pesaba una tercera parte de lo que peso ahora y él me dejaba fisgar en aquel prohibidísimo armario de las maravillas.

Hoy, tristemente, el armario no estaba prohibido.

Hoy he cogido algunas cosas de ese armario. La canana grande. Una cartuchera de cintura. Varias vainas del 7.62.

El azar maldito del día más atroz de mi vida hizo que muchas de las cosas del prohibidísimo armario de las maravillas pasasen a ser mías. Casi todas las que tienen forma de cartucho, todas las que tienen que ver con los juguetes de coronel Tapioca, todas las vainas del 7.62.

Pero no es un día para llorar, ni para estar triste, aunque se haya levantado la prohibición del armario mágico.

Porque son las dos de la mañana y estoy y hablo con una mujer de pelo oscuro y carácter. Y muy bella. Que es como a él le gustaban.

Por que acabo de terminar (a falta de la ristra de munición) la reproducción de una ametralladora gatling para un disfraz de una película que fui a ver con él, hará dentro de poco veinte años. Una película que siempre me viaja la memoria a cuando el día más atroz no había ocurrido, una película de robots, y viajes en el tiempo, y un niño y su padre robot luchando contra un montruo que no podía pararse, y recuerdo recordar pensar que él me protegería a mí de todos los monstruos de mi vida.

Pero no pudo.

Así que lo haré por él.

Y hoy, por primera vez en mi vida, he acabado un modelo, una maqueta y no me la he puesto al lado de la cama para poder mirarla.

Se la he dejado al lado del armario de las maravillas, porque sé que no podrá resistirse a acercarse para decirme en qué me he equivocado, y por qué el calibre de las vainas que llevo en la canana no tiene sentido.

Así hoy no tendrá excusa para mandarme a dormir.

Que son las dos de la mañana.

lunes, marzo 22, 2010

Tres lugares contiguos


Perdonneme el sennor que toda cosa fizo deste el mio crime mas perverço, que grande angustia e congoja hallase el mio cordal atormentado, tanta pena zofrir por dejalle en escripto cuanto oscuro cognoscí de las guisas, formas e maneras que aprendí de fablales e llamalos a los demoños e sus vástagos, e de facerles que obedeçieran las normas e deseos que yo quise pediles (...). Y si no perdoneme, accepten aquestos que cito demoños mia carne e sangre como ofrenda cual otrora vez fiziera.


- Carlos Müller, prefacio de "Fabliellas Negras et computo e cálculo de las cosas que non poden nonvrarse". In cuarto, 18x27 cm, 1400 d.c. aproximadamente.

¿Cómo hacer saber a la humanidad lo que he averiguado? Soy sólo un hombre en un maremágnum imbatible de acontecimientos que no se dentendrán por la acción sola de un hombre solo. Y pese a lo acuciante de la noticia, apenas un siglo entero, hay tareas prodigiosas que han de acometerse antes, pues a menudo lo urgente resta tiempo a lo importante.

¿Quién? ¿Quiénes?

¿Quién sería tan loco de acompañar a un loco a jugarse la vida, el alma, la muerte y el infierno?

¿Dónde encontrarlos en estos días torcidos?

- Del diario de Rex Annemann, escrito en Budapest, Hungría, 1916.


No hay futuro. Sólo existe el que nosotros hacemos. Construimos.

Connor lo repite como un puto mantra siempre que nos enfrentamos a la desesperación. Todos los días, cada día. Para que no olvidemos que en una guerra imposible de ganar, resistimos. Para no olvidar que todos y cada uno de nosotros somos la última esperanza de la humanidad.

El último plan de Connor es una locura sacada de una pesadilla de la ciencia-ficción. Pero en un mundo de locura y pesadilla de la ciencia-ficción quizá sea la única opción sensata.

¿Llegaremos vivos, siquiera, a la primera parada de este demencial viaje? No lo sé. Hace días que el mundo ha cambiado para mí. Si es verdad lo que afirman los oficiales científicos, lo que vamos a hacer puede cambiar el curso de la historia de esta guerra de una manera que jamás antes hubiese imaginado. Ni siquiera sé si viviré para ver otro mañana, pero sé que no he vivido y luchado hasta aquí, hasta hoy, para caer rendido ahora.

Tengo miedo.

Y no volveré.

- Teniente Johnathan Moore, 23º de operaciones especiales, segundo pelotón, manípulo Connor-Brewster, 2029.

domingo, marzo 14, 2010

El Polo Norte en una alcoba


¿Qué tienen de especial las palabras tristes que hacen que las escuchemos con atención?


Me permito el excesivo lujo de escuchar cantautores por la alegría que Abraham me trae siempre en bandeja, el sol que nos invita a comer paella en la Alameda y los ratitos que me quedan en una Andalucía que, por fin, ha decidido dejar de naufragar, al borde del fin del mundo. En plan Waterworld.

Pingüinos en la cama. De Arjona, con Chenoa. Rassy es fan.

Lo veré dentro de poco.

Vamos aclarando este asuntico
Ni tú estas pa´ policía
Ni yo para andar huyendo.
Vamos aclarando y te repito
Que no tengo todo el dia
Para seguir discutiendo.
Si esto fuera una olimpiada
Romperías todos los records
De arruinarnos el momento.

Vamos aclarando este pendiente
Yo no soy tu propiedad
Y me harté de hacerme el mudo,
Quítate el complejo de teniente
Que el amor sin libertad
Dura lo que un estornudo.

Son iguales los defectos
Que hoy me tiras en la cara
Y al principio eran perfectos.

Vamos aclarando el panorama
Que hay pingüinos en la cama
Por el hielo que provocas,
Si hace más de un mes que no me tocas
Ni te dejas sobornar por ese beso escurridizo
Que busca el cielo y encuentra el piso.

Vamos aclarando el panorama yo no estoy pa´ crucigramas
Ni tú para masoquista,
Ya no sueñas viajes al caribe
Por tu rol de detective y mi papel del fugitivo,
Yo busco un sueño y tú un testigo.

Siempre con la misma cantaleta
Me voy para no volver
Tengo listo el equipaje.
Llenas y vacías la maleta
¿Cómo puedes pretender que me coma este chantaje?
Tienes cero en actuación,
Diez en manipulación
Y una beca en el psiquiatra.

Vamos aclarando el panorama
Que hay pingüinos en la cama
Por el hielo que provocas,
Si hace más de un mes que no me tocas
Ni te dejas sobornar por ese beso escurridizo
Que busca el cielo y encuentra el piso.

Vamos aclarando el panorama yo no estoy pa´ crucigramas
Ni tú para masoquista,
Ya no sueñas viajes al caribe
Por tu rol de detective y mi papel de El Fugitivo
Yo busco un sueño y tú un testigo.

Con la dosis justa de cinismo preguntas que harías sin mí
Si ya no vuelves a verme,
Para ser sincero haría lo mismo
Sólo que si estoy sin ti lo haría sin esconderme,
Lo haría sin esconderme...

sábado, marzo 13, 2010

16´50 - Imprimando el multiverso


Tengo un papelito en el que pone ese número.

Y no quiero que se me olvide.

O mejor dicho, sí. Lo que quiero es volver a recordarlo. Luego. Más tarde. En los futuros alternativos que me esperen, solo, a oscuras odiando a la raza humana. De bajón.

En esos ratos malditos en que llegas a desear que todo sea negro porque es obstinadamente gris, pero un gris sucio. Un gris marrano que se pega a la piel como las mugre y las enfermedades, un gris envenenado que absorbe y devora cada matiz de las setenta y dos pinturas con las que a veces intento retocar el universo. Setenta y tres: a veces si no imprimas el universo no admite la pintura.

Tengo un papel, guardado en una carpeta, en el que en un recuadro del mismo pone 16´50. Así, en número.

Y no quiero que se me olvide.

Porque el lunes ya no seré el dueño del papel. Ni siquiera lo soy ahora, sólo su custodio. Porque dentro de poco sólo será otro número en otra estadística, una pequeña reseña en un grupo, uno más. Y nunca son uno más. Sobre todo algunos.

Tengo un papel, original de una copia que tiene alguien ahora bastante lejos. Alguien que creyó que sería buena idea, una vez al mes, llevarse en el coche un bocata en lugar de gastarse las dietas que le da la empresa. Por algo un poquito más elevado que nosotros mismo. Por una intención: hacer que todo esté mejor.


Tengo un papel que me recuerda todo esto.

Y como no soy su dueño, me lo apunto aquí: porque dijo que volvería y volvió. Como un señor y con corbata. Sin empujar y sin pedir permiso, a poner un grano de arena a cambio de un bocadillo.

Y no quiero que razonamientos tan bellos como el de aquel muchacho de corbata se pierdan cuando el universo no admita la pintura.

lunes, marzo 08, 2010

Derrotar a las estrellas


Un maestro una vez dijo delante de mí que la vida no es más que un larguísimo combate de Judo.

Creo que es bastante obvio el campo en el cual era maestro.

Decía que no nos engañáramos. Que la vida siempre intentaría agarrarnos y tirarnos contra el suelo. Igual que nuestros contrincantres en los campeonatos. Y que lo haría, frecuentemente, engañando, zafándose, intentando usar nuestra fuerza en su contra.

Que en ocasiones, como en ocasiones nos ocurre combatiendo, el error será nuestro, y la caída nuestra culpa. En otras, será la habilidad del adversario la que nos derribe. Otras distintas será un error de arbitraje, y a menudo (desgraciadamente a menudo) será forzando la falta, casi haciendo trampa, empujándonos a la zona del tatami donde nos veremos obligados a atacar desequilibrados porque si no la sanción será para nosotros. A lo perro. Puteando.

Los maestros de artes marciales (todos los grandes y muchos de los buenos) son muy severos con sus alumnos. Con todos. Con los que son prodigiosos, con los que sólo son buenos y con los inútiles. A los prodigiosos se les exigirá vencer a las estrellas, a los buenos no ser vencidos por ellas y a los inútiles, seguir el ritmo de los anteriores.

No sé si habéis intentado seguir el ritmo de alguien prodigioso siendo inútil, pero puedo aseguraros que conseguirlo es muy parecido a vencer a las estrellas.

Los maestros (todos los grandes y muchos de los buenos) no son severos porque les guste la crueldad. No lo son por falso orgullo ni por vanidad. Ni siquiera quieren realmente que sus alumnos desenvainen más rápido o ganen copas más grandes porque sí.

Lo quieren porque saben que sus alumnos (los prodigiosos, los buenos y los inútiles) podrán vencer a todas las estrellas que se encuentren si han entrenado lo suficiente.

Y a veces, como muchos han aprendido al tener que aprender a levantarse, vencer al otro no consiste en ganar el combate.

Porque a veces, al entrar al tatami, el que tienes enfrente es amigo de los árbitros, y más fuerte, y más grande, y más pesado, y su Judo es mucho mejor que el tuyo. Y sabes que hagas lo que hagas será tu espalda la que se tope contra el suelo.

Pero no importa.

Porque entonces un árbitro gritará "¡Hajime!", saludarás a tu adversario y aferrarás su kimono con toda la fuerza y técnica que puedas.

Dispuesto a derrotar a las estrellas.
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El señor de la imagen es Kyuzo Mifune. No daré más datos sobre él que el hecho de que fue apodado "el dios del Judo". Simplemente, el más grande. Y todo lo que diga será diminuto.