He estado de viaje por Koga, una extraña zona del Japón en que los hábiles sobreviven contando historias y los ninjas escalan cañerías, pero emplean sólo un dedo. A veces, no hay nada como irse para apreciar de verdad lo que tienes en casa, salirse a un andén de otra estación, o a una cuneta, para ver el camino con algo más de perspectiva.
Sin siquiera cambiarnos las botas ni quitarnos el tétanos contraído por armas oxidadas, regresamos de Koga a Iga para seguir con lo nuestro, a una fiesta de despedida, en la que, imagino que les pasa a pocos, nos enseñaron a matar un poco más.
Perfecto aperitivo para no olvidarse de un amigo nuestro que dura veinticuatro horas y acecha en el pinar y a la vuelta de la esquina.
¡SUMI MASSEN, SENSEI VACA, SENSEI FRESA!
Sin siquiera cambiarnos las botas ni quitarnos el tétanos contraído por armas oxidadas, regresamos de Koga a Iga para seguir con lo nuestro, a una fiesta de despedida, en la que, imagino que les pasa a pocos, nos enseñaron a matar un poco más.
Perfecto aperitivo para no olvidarse de un amigo nuestro que dura veinticuatro horas y acecha en el pinar y a la vuelta de la esquina.
¡SUMI MASSEN, SENSEI VACA, SENSEI FRESA!