...es el principio y el fin.

domingo, agosto 26, 2012

La rubia del fin del mundo


Niña rubia, procura no caerte
si visitas el borde de la tierra.
Pero cuéntame si es verdad que encierra
tanta magia comò intento yo traerte.

Niña, avísame cuando despiertes
del sueño de perderte por el Norte
cuéntame lo que viste, y no te importe
si las ganas que tengo son de verte.

Regresa de una vez, vuelve a llamarme
y no te olvides al volver de echarme
las migas de papel en el parterre

porque quiero escribir a tu regreso.
Pon ya la caperuza, dame un beso
y regresa por fin de Finisterre.

miércoles, agosto 08, 2012

Pañuelo de amargura

Volvía a casa, aunque no a la mía. Escuchaba a Gardel a través de los auriculares. Era el mediodía de uno de estos días de este agosto lento y peligroso. Había estado en un lugar en el que no me gusta estar, lleno de gente que está triste y nunca por su culpa, mirando al suelo, con miedo del presente y del futuro. Más o menos como todos, pero con más urgencia. Como Gardel.

Hacía mucho calor, y todo el mundo en la calle caminaba lento y desganado, con una sospechosa falta de prisa a la hora de comer. Yo cruzaba un túnel. Una de esas pequeñas arterias que tienen las ciudad, conectando dos universos que se rozan y sin embargo, al menos a la hora de soñar, viven separados. Y a lo lejos, sonó.

No me di cuenta al principio, Gardel seguía mintiéndome en la menor aquello de ´nada debo agradecerte/mano a mano hemos quedado´. Pero ahí estaba. Sin empujar y sin pedir permiso. Era otra voz, cantando, pero no a través de los auriculares. Recordé que ya lo conocía. Es un hombre argentino, que dejó la mediana edad hace poco, con una vieja guitarra de la que saca maravillas. Lo recordaba de ese mismo trayecto en dirección contraria, cuando iba a una piscina a encontrarme con amigos que ahora son hermanos, en aquellos primeros noventa en que los veranos duraban para siempre.

La canción que se infiltró ya la había escuchado antes, y era una de las favoritas de mi primera novia y su violín. Decía eso de que me envenan los besos que voy dando, y que sin embargo, cuando duermo sin ti, contigo sueño. Una de esas de Sabina que llevo clavadas, y que han significado todo (y nunca lo mismo) en ocasiones tan dispares que a veces pienso que es solo una bellísima mentira. Pañuelo de amargura.

Llegué al final del túnel, eché unas monedas y apagué a Gardel. Continué el resto del trayecto haciéndole los coros al agentino de la voz trémula, que me había regalado de pronto la memoria de los veranos que nunca se acabaron. Y así, por un pequeño rato, no cantó solo, aunque no lo supiera. Dos canallas en un túnel.

Mano a mano.

Sí.

Como Gardel.

jueves, agosto 02, 2012

Sin ti no fui nada

Suena Amaral mientras el jet lag empieza a desvanecerse por fin. Acabamos de llegar de Japón, donde me he dado cuenta que sin ti no soy nada. Eso dice Amaral desde el portátil. Suelo pensar en ello a menudo cuando estoy muy lejos, en las noches de hostal tras actuar, en las mañanas que acaban cerca del mar y la impaciencia. Una isla que salió de la edad media hace siglo y medio no es mal lugar para meditar.

Templos, tumbas de samuráis, mercadillos de alta tecnología, maestros de artes marciales de más de ochenta años que convierten la muerte en poesía en movimiento.

Y en medio de la marea humana del metro en Tokyo Central a las siete y cincuenta y ocho minutos, me encuentro con la sorpresa, quiero vivir, quiero sentir el universo sobre mí, dice ahora Amaral. Me encuentro con que imaginé ese viaje antes, de otra manera, en otro mundo y con otros resultados. Me encuentro imaginando que sin ti no soy nada. En mis ojos entrecerrados, centellean imágenes que, al no poderse olvidar, se graban, y en cada grabado se deforman. Y cuanto más se convence mi cabeza de que nada fue como contamos, menos se lo creen otros órganos, las tripas, y el corazón.

El codo de Rafa me golpea suavemente en el costado, y mis ojos regresan, cayendo por el túnel de la realidad, a la marea humana, ya a varias estaciones de Tokyo Central. Hay que bajarse y cambiar de estación, para llegar a tiempo al lugar que no es como imaginé.

Suena Amaral.