...es el principio y el fin.

miércoles, abril 26, 2006

¿Dan los olivos bonsai aceitunas diminutas?

Me acabo de comer un bote de aceitunas negras. Lo más grave es que ni permiso le he pedido.

Enfrentándome en una batalla un poco absurda contra la búsqueda de piso, una carrera que apesta y me revuelve las triponcias, una que sí me gusta pero que (su puta madre) tiene un temario como para que se te caiga encima de un testículo, un examen de esos vestido de negro y con palos de matar, y otras historias, soprendido y agradecido me quedo al comprobar que por mal que vayan los asuntos, siempre quedará otro bote de aceitunas.

Estos días habito de prestado en casa de una señora que grita, aunque cocina estupendamente, y me han dejado solo con una gata enfermita, un ordenador y un perrito piloto de un metro y medio (es un san bernardo aeroespacial).

La carrera no me gusta, estudio poco y me va bastante regular, no tengo un duro, me salen tomates en los calcetines, Aquella habita lejos, y huérfano de besos va y deja, no puedo hacer viajes porque me arruinaría, mi trabajo es menospreciado por la señora de los gritos y su hija (que dice que es mi hermana), mi otro trabajo (el de los aplausos) no acaba de despegar, me angustio, me estreso, ay, me agobio.

Empero, siempre nos quedará otro bote de aceitunas*.

Sin hueso, que me dan como alegría.
* jomolkala otra vez, Sam.

jueves, abril 13, 2006

Será que sí

El tito Bob suena, con esa de Mississippi, mientras en una casa que ya no es la mía, una señora empaqueta trocitos de la memoria de un señor que, como una bruja en Cuba predijo varios años atrás, se murió por culpa del corazón.

Bob, que se deja bigote y lleva sombrero, dice que puedes retroceder siempre, pero nunca deshacer todo el camino. Una canción que escribí con El Otro, cuando los dos hacíamos esas cosas, decía que nadie puede viajar sin maletas, y menos de memoria.


Me pregunto qué me pasa ahora que Madrid está lejísimos, que no me quiero levantar por las mañanas, ni acostar por las noches. Que la magia cada vez tiene más trampas, que me canso, que no llego y que no quiero. Pero claro, igual me equivoco de camino.

Que va a ser que sí.

Imagino que es hora de apagar a Bob y poner un rato al tal Melendi.

Como dijo el Rey.
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El elegante prestidigitador de la foto soy yo. Que nunca había puesto fotos mías. El local era El Bandush 101 (ahora, El 101), en Madrid.