...es el principio y el fin.

jueves, marzo 15, 2007

La muy perra

La muy perra.

Quizá sea por el estado de las cosas (aunque no por las cosas de Estado), pero esta semana, y un curioso sábado de la pasada, he estado teniendo ganas de tocar, discretamente, algún que otro bolerillo.

La guitarra, vieja y con la caja rota, estaba algo triste por saber que ya hemos encontrado sustituta, pero ha estado vagando más bien alegre de mano en mano, como La Lola. Un soneto que dejé a medias me sorprende anoche rimando sobre cuatro acordes que, por fin, he entendido por qué eran.

He dormido espantosamente mal, prisionero de la gripe y de vísceras traviesas (varias de las acentuadas: hígado, estómago, corazón), pero al levantarme, allí seguía la guitarra vieja de la caja rota.

Sonriendo maliciosa, porque sabe que, pese a todo, la muy perra es insustituible.

lunes, marzo 12, 2007

Y no es

Es asomarse al balcón, y respirarse, es cambiar de pinceles las maquetas, es, sin cambiarla, irse quitando la chaqueta, es pronto para mucho, aunque sea poco.


Es cambiarle a las pilas los enanos, es mirarse a los ojos del espejo, es echar de menos mientras cuándo, es pensar que sí, pero no tanto.


Es mudarse de piel y de sombrero, es dejarse el corazón en la mudanza, es defender a ultranza con sonetos la cordura que le falta a la memoria.


Es un en fin, un adios, un hasta siempre, es un hola otra vez, es otro susto, es un será más tarde cuando sea, es un abrazo a destiempo y necesario.


Es un resto de piel contra un naufragio, es unas gafas nuevas sin reflejo, un portal con vistas a un pasillo que sube aunque empieza en el subsuelo.


Es.


Y no es.


Y punto.

martes, marzo 06, 2007

Como usted quiera, don Francisco

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.


Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos, del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.


Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte;


vencida de la edad sentí mi espada.
Y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.