...es el principio y el fin.

sábado, marzo 26, 2005

El último náufrago



A veces, cuando es imposible luchar contra la marea (la cual viene y va a su antojo y no se puede hacer más que seguir el ritmo), el náufrago, que se tiró al mar sin pensárselo dos veces, piensa que quizá no hubiese sido una idea del todo idiota haberse puesto un salvavidas. El náufrago, a merced de la marea (a su antojo), empieza a pensar en encontrar una isla que no se mueva tanto como el agua, donde poder sentarse y empezar a pensar en las cosas.

El naúfrago, que no lleva puesto apenas nada desde que se arrojó al agua, mira su reloj, que parece ser el único que se divierte, jugando a dejar escurrirse el tiempo por las rendijas, mientras ve que se le escurre de las manos y piensa en la isla, de metro cuadrado y una palmera en las que viven los náufragos y no sabe si es mejor que el mar, o no.

El náufrago, en fin, nunca se hubiese imaginado que el mar estuviese tan lleno de gente, tan vacío de huecos, tan aglomerado que ni siquiera puede oírse pensar, que las olas, enormes a veces, inexistentes otras le fuesen a empujar tanto como para no saber en ningún momento donde está, pobre, el norte, el rumbo, la isla, la guarida.

El náufrago se ahoga, pero no os lo dice.

¿Alguien tiene hora?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es la hora de nadar...tanto tiempo observando el océano, el mar, las olas...y no se dio cuenta que lo único que tenía que hacer era nadar, tímidamente, con una destreza particular, pero nadar...hacia cualquier lugar. Es la hora de nadar, amigo naúfrago