La experiencia es un conocimiento traicionero que adquirimos siempre después de haberlo necesitado.
Irónico, pero real, y doloroso a veces, hilarante otras. Conozco a un mentalista que nunca se volverá a dejar su equipaje dentro del maletero de un coche de línea.
Ayer, a las 22:45, en el Pub Blues, garito precioso, con un tamaño perfecto que permite público e intimidad, y un improvisado equipo de sonido, Max Verdié presentaba La Magia del Pensamiento por primera vez en Villafranca de los Barros, Mérida.
Cómo me gusta hablar de mi.
Reflexionando en el Hotel Diana (tres estrellas, barato, estupendo servicio: vayan) me acordé de un trocito de pasado con barriga y una baraja que se llamaba Pove, Magic Pove, mi único amigo de verdad en el trapero y trapaz mundo de la magia. Mi amigo Pove hubiese disfrutado ayer como un enano zoófilo en una pollería (momento Rafa) viendo actuar con desagradable desparpajo a un par de esos que él y yo (¡magos malvados!) llamabamos "espectador tocacojones". Sorteados con arte torero y casi una patada en la boca cuando uno de ellos se abalanzó desde la primera fila a coger una cosa que lancé al suelo, se logró hacerlos callar in extremis leyendole el pensamiento a uno. Y lo crean o no, lo que estaba pensando era "polla". Así son ellos: perfil unívoco.
Pero Sodoma hubiese sido salvada con sólo un justo, y condenar Babel (extremeños: saquense la piedra de la boca) por dos pecadores, sería un ejercicio asaz mezquino. Un público excelente y divertido, participativo, generoso en el aplauso y con ganas de pasarlo bien. Un regalo maravilloso que te dejan de vez en cuando, menos divertido de contar que la hazaña del amigo Ángel Piensaenpollas, pero mucho más gratificante.
Damas y caballeros, este aplauso va por ustedes...
... en tres...
... dos...
... uno...
¡Ahora!
__________________
Soy Max Verdié... bienvenidos a un espectáculo en el que todo es mentira.
Irónico, pero real, y doloroso a veces, hilarante otras. Conozco a un mentalista que nunca se volverá a dejar su equipaje dentro del maletero de un coche de línea.
Ayer, a las 22:45, en el Pub Blues, garito precioso, con un tamaño perfecto que permite público e intimidad, y un improvisado equipo de sonido, Max Verdié presentaba La Magia del Pensamiento por primera vez en Villafranca de los Barros, Mérida.
Cómo me gusta hablar de mi.
Reflexionando en el Hotel Diana (tres estrellas, barato, estupendo servicio: vayan) me acordé de un trocito de pasado con barriga y una baraja que se llamaba Pove, Magic Pove, mi único amigo de verdad en el trapero y trapaz mundo de la magia. Mi amigo Pove hubiese disfrutado ayer como un enano zoófilo en una pollería (momento Rafa) viendo actuar con desagradable desparpajo a un par de esos que él y yo (¡magos malvados!) llamabamos "espectador tocacojones". Sorteados con arte torero y casi una patada en la boca cuando uno de ellos se abalanzó desde la primera fila a coger una cosa que lancé al suelo, se logró hacerlos callar in extremis leyendole el pensamiento a uno. Y lo crean o no, lo que estaba pensando era "polla". Así son ellos: perfil unívoco.
Pero Sodoma hubiese sido salvada con sólo un justo, y condenar Babel (extremeños: saquense la piedra de la boca) por dos pecadores, sería un ejercicio asaz mezquino. Un público excelente y divertido, participativo, generoso en el aplauso y con ganas de pasarlo bien. Un regalo maravilloso que te dejan de vez en cuando, menos divertido de contar que la hazaña del amigo Ángel Piensaenpollas, pero mucho más gratificante.

Damas y caballeros, este aplauso va por ustedes...
... en tres...
... dos...
... uno...
¡Ahora!
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Soy Max Verdié... bienvenidos a un espectáculo en el que todo es mentira.