...es el principio y el fin.

lunes, diciembre 03, 2007

¡Ad Gladios!

Eres Marcvs Secvndvs, o al menos ese es el nombre al que respondes desde hace siglos. Tu verdadero nombre es Antonivs Primvs, y eres hijo de un senador romano, de quien tomaste tu nombre actual. Ya desde joven decidiste que la vida política no era para ti, y emprendiste una carrera militar de gran éxito, comenzando con el grado de centurión gracias al rango que caracterizaba a tu familia. Te distinguiste en diversas campañas durante la Guerra de las Galias y llegaste a servir a las órdenes del estratega más genial que nunca hayas conocido: Cayo Julio César. Lo apoyaste firmemente durante la guerra civil contra la facción conservadora de la República Romana, apoyo el cual te valió el ascenso a general.

Pero no sólo eso. Además de tu gran habilidad como estratega, un augur venido de una lejana isla de Grecia te ofreció sus servicios. Su aspecto era repugnante, de baja estatura y cubierto de pústulas y bubas que supuraban a veces, sólo se dejaba ver de noche, permanentemente encapuchado. Su nombre: El Civateo. Sin embargo, pese a su aspecto deforme, su habilidad como vidente estaba fuera de toda duda. Siempre claro y conciso, a diferencia de los adivinos menores que envolvían sus juegos de salón entre palabras vanas y poesía de tabernae. Con su ayuda, pronto tuviste gran éxito en las batallas en la Germania Citerior, conquistando, para mayor gloria de tu imperio enormes extensiones y ricas provincias. Sin embargo, cierto día El Civateo desapareció. La noche anterior te narró una extraña historia sobre murciélagos que no entendiste del todo, y te advirtió que la próxima vez que lo vieras nunca sería olvidada. Al poco de marcharse, una bruja del norte ocupó su lugar. El nombre con el que se presentó fue Gasthira.

Los meses pasaron, el imperio se expandía. La noche antes de regresar a Roma tras las campaña de Britannia, El Civateo regresó a tu vida. De noche, como un ladrón, entró en tu tienda de campaña. Te golpeó con una fuerza inusitada para un hombre de su edad y constitución. Se agachó para colocarse a la altura del suelo en que yacías tras el golpe. Sus palabras nunca se te olvidarán: “Soy El Civateo, discípulo de Nósphoros, el Portador de Enfermedades”. Y acto seguido te mordió en el cuello. Paralizado, sentiste como la sangre y la vida abandonaban tu cuerpo.

Y moriste.

O eso creías. Varios días después te despertaste en un túmulo en algún bosque perdido de Germania, con El Civateo a tu lado. Te explicó tu nueva condición, te enseñó a sobrevivir a ojos de los mortales, te presentó a tus hermanos… y once años después te traicionó. Pero esa es otra historia.

Como inmortal, has visto el auge y caída de vidas, de hombres, de imperios y dinastía. Has sabido emplear todo ese tiempo para amasar una increíble fortuna y una enorme red de influencias. Pero a veces, cuando la sangre que has bebido tiene demasiado vino y comienzas a delirar melancólicamente en latín sin darte cuenta, rememoras una vida antigua, una vida perdida, donde todo era más sencillo y el sonido de una trompeta anunciaba el amanecer de un nuevo día de campaña…

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Mmm este es el inmortal que querías meter en APK? ¿Otro vampiro? Espero que no fuera el que querías meter en APK...

Ana dijo...

:)

Anónimo dijo...

ah noooo... si le hace feliz a la viuda protesto!!!


:P

Max Verdié dijo...

Hace feliz a Anita.

¿Eso no te place?

Yeah.

Anónimo dijo...

Elegante manera de escurrir el bulto... pero no cuela...

El Capitán dijo...

Guau jodido guau