Así es como se llama, correctamente, a la ceremonia de suicidio ritual propia de la casta samurái.
El mal llamado harakiri.
La persona que se quiere quitar la vida se arrodilla, se afloja el kimono y deja frente a sí el aikuchi. Un cuchillo corto.
Siguiendo un estricto protocolo, masajea sus vísceras con el objeto de colocarlas para no cortarlas.
Eran, en fin, sus creencias.
Tomaba el aikuchi desenvainado y lo clavaba, paralelo al suelo, en la parte izquierda del abdomen.
Un corte horizontal.
Un giro.
Corte vertical. Hacia arriba.
Y luego, una persona de confianza, lo decapitaba.
Al menos así se me pasaría lo que tengo en el estómago.
Hijos de puta.
2 comentarios:
:-o
vaya
Ojalá se pudiera sustituir el seppuku por un beso, de los que van con abrazo, y se te pasaran todos los males...
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