...es el principio y el fin.

lunes, marzo 08, 2010

Derrotar a las estrellas


Un maestro una vez dijo delante de mí que la vida no es más que un larguísimo combate de Judo.

Creo que es bastante obvio el campo en el cual era maestro.

Decía que no nos engañáramos. Que la vida siempre intentaría agarrarnos y tirarnos contra el suelo. Igual que nuestros contrincantres en los campeonatos. Y que lo haría, frecuentemente, engañando, zafándose, intentando usar nuestra fuerza en su contra.

Que en ocasiones, como en ocasiones nos ocurre combatiendo, el error será nuestro, y la caída nuestra culpa. En otras, será la habilidad del adversario la que nos derribe. Otras distintas será un error de arbitraje, y a menudo (desgraciadamente a menudo) será forzando la falta, casi haciendo trampa, empujándonos a la zona del tatami donde nos veremos obligados a atacar desequilibrados porque si no la sanción será para nosotros. A lo perro. Puteando.

Los maestros de artes marciales (todos los grandes y muchos de los buenos) son muy severos con sus alumnos. Con todos. Con los que son prodigiosos, con los que sólo son buenos y con los inútiles. A los prodigiosos se les exigirá vencer a las estrellas, a los buenos no ser vencidos por ellas y a los inútiles, seguir el ritmo de los anteriores.

No sé si habéis intentado seguir el ritmo de alguien prodigioso siendo inútil, pero puedo aseguraros que conseguirlo es muy parecido a vencer a las estrellas.

Los maestros (todos los grandes y muchos de los buenos) no son severos porque les guste la crueldad. No lo son por falso orgullo ni por vanidad. Ni siquiera quieren realmente que sus alumnos desenvainen más rápido o ganen copas más grandes porque sí.

Lo quieren porque saben que sus alumnos (los prodigiosos, los buenos y los inútiles) podrán vencer a todas las estrellas que se encuentren si han entrenado lo suficiente.

Y a veces, como muchos han aprendido al tener que aprender a levantarse, vencer al otro no consiste en ganar el combate.

Porque a veces, al entrar al tatami, el que tienes enfrente es amigo de los árbitros, y más fuerte, y más grande, y más pesado, y su Judo es mucho mejor que el tuyo. Y sabes que hagas lo que hagas será tu espalda la que se tope contra el suelo.

Pero no importa.

Porque entonces un árbitro gritará "¡Hajime!", saludarás a tu adversario y aferrarás su kimono con toda la fuerza y técnica que puedas.

Dispuesto a derrotar a las estrellas.
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El señor de la imagen es Kyuzo Mifune. No daré más datos sobre él que el hecho de que fue apodado "el dios del Judo". Simplemente, el más grande. Y todo lo que diga será diminuto.

3 comentarios:

Rous dijo...

que bonito.

Muu dijo...

Me ha encnatado

Max Verdié dijo...

Gracias, flor. Te hecho de menos.

Vaca, ¡bebamos!