...es el principio y el fin.

lunes, abril 11, 2005

Cartas perdidas

Me pregunto con frecuencia que habrá sido de la carta perdida. La escribí a mano, hacía años que no pasaba eso, la preparé para ser preciosa en un estúpido intento de que fuera tan bonita como tú, sello, buzón, la rutina habitual, casi olvidada. Pero nunca llegó. Creo que hay pocas cosas más tristes que una carta de amor extraviada. No se que álito malvado ha movido a los funcionarios de correos a impedir que una carta de estas llegue donde debía haber llegado. No me me imagino a mí mismo viendo una carta como aquella (no la describiré, no quiero que lo sepas) y siendo tan despiadado como para cortarle las alas a la paloma mensajera que la esté llevando. Mutilando con mis propias manos las palabras que alguien necesita que salgan de su boca hasta otra boca, un trocito del alma derramándose en un folio, que, desgraciadamente te hubiese encantado, en tus cinco sentidos. Yo ya sé de lo que hablo.

.

Era a mano, era única, no va a volver a existir jamás. Nunca. Y soy la única persona del mundo que sabe qué pasaba mientras la escribía. Palabras al aire hacia tu boca que se han perdido para siempre. Sólo espero que dentro de mucho, donde quiera que esté la carta, alguien, no sé quién, imagino que otro maligno funcionario se atreva a abrirla, y lea lo que han matado, las alas mutiladas de una paloma mensajera obligada a callarse, imagino que para siempre.

Atentamente tuyo,

Marcos.

4 comentarios:

rut dijo...

Ya. Bueno. Duele sí. Duele como todo lo que sale de tí y es tuyo. Duele todo lo que se pierde y en lo que has puesto ganas, ilusión y cariño. Claro que duele. Pero piensa que una carta es parte de tí, de tu tiempo y de tu alma y... de acuerdo, no se puede repetir, porque nada humano se plagia ni se clona; pero la esencia de esa carta perdida, está en tí. Sigue en tu cabeza, en tu recuerdo, en tu corazón y en tus manos que la escribieron; que la mimaron, que la cuidaron desde que nació hasta que creció y debía buscar su camino, ayudada por tí, y por otras manos más que no la arrullaron como merecía. Vaya. Pues si, duele y pincha por dentro; pero siempre queda algo de ella en tí: las palabras y el sentir y ser de cada una de ellas.

Y una carta, es eterna, pero un susurro también lo es. Si no... ¿para qué la memoria? ¿Y los recuerdos?

El remitente queda triste por la pérdida, el destinatario ni se inmuta (no llegó a tenerla consigo); pero ambos son protagonistas de una historia. Quizá de amor, quien sabe; pero una historia de dos. Una carta siempre es una historia entre dos.

Y el final, para ambos... siempre puede ser menos triste e ir acompañado de una sonrisa y una nueva carta relatada a susurros, por qué no.

Con el buzón vacío.

Duendecillo.

Anónimo dijo...

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