...es el principio y el fin.

domingo, febrero 08, 2009

La lección de Oyaneko-san (volverá la primavera)


El general Oyaneko era un hombre sabio.

Era un samurái.

En un sistema de castas tan demencialmente rígido como el del Japón feudal, era fundamental que la clase guerrera cultivase la espiritualidad de forma muy intensa. La esgrima, junto con otras artes de lucha y su fusión con el movimiento zen contribuyeron mucho a esto.

Un hombre sabio, y un formidable espadachín.

Cuando su señor falleció, éste le ordenó no cometer seppuku, el suicidio ritual. Tenía planes para él. Ser el consejero de su hijo y sucesor en el cargo, quien era aún un niño pequeño.

Sin embargo, otros consejeros, celosos de su posición, crearon un escándalo que arruinó la reputación del general, y este fue relegado a labores de magistrado en una pequeña aldea.

El general Oyaneko, aunque indignado, obedeció sin titubear la orden de su señor, quien fuera aquel niño pequeño a quien tan bien aconsejó antaño.

Nunca pudo aceptarlo del todo.

Pero hay una historia...

Cuentan...

Cuentan...

Que un joven samurái errante llegó por azares del destino a la pequeña aldea que regía Oyaneko-san.

Y cuentan...

Que cuando el joven samurái lo encontró, Oyaneko ya era anciano, y estaba siendo devorado por una virulenta tuberculosis, la extraña enfermedad que los demonios extranjeros trajeron en sus barcos negros.

La historia de lo que hizo el joven samurái en el poblado es otra que no contaré hoy.

Porque cuentan...

Que cuando el joven samurái abandonaba el poblado, el mayordomo del general entró en la habitación de éste, trayendo su habitual y frugal desayuno.

Y no lo encontró.

Temiendo lo peor, corrió.

Corrió buscanda a su amo, que fue un gran guerrero, y no quería resignarse a morir consumido por el mal que trajeron los gaijin.

Corrió, hasta que lo encontró. En las afueras de la tranquila aldea.

La escena... le heló la sangre.

Lo que vió fue a un anciano, erguido, con la talla de guerrero legendario que tuvo antaño. Mirando frente a frente al joven y hábil samurái.

El general, con el hachimaki en la frente y el sageo recogiendo las mangas de su kimono, tenía su katana (marcada por la edad y el servicio esforzado, como su propio rostro) desenvainada.

No quería morir decrépito y enfermo.

Sino como un guerrero.

El joven samurái, aunque muy diestro con la espada, reusaba el duelo. No por miedo: no temía a la muerte, la suya o la de otro hombre. No por vanidad: sabía que el hombre que tenía delante, aunque anciano, era un soberbio esgrimista.

Nadie, nadie, recuerda las palabras que el joven guerrero dijo al general Oyaneko.

Sólo cuentan que fueron sabias.

En un sistema de castas tan demencialmente rígido, los guerreros han de ser sabios, y recordar que las espadas más afiladas son las que se dejan en su vaina.

Pero sabemos que le habló de honor. De bondad. Y de servicio.

Le mostró lo noble que fue aceptando un destino que no merecía por servir a su señor.

De la justicia y equidad de sus juicios, tratando igual a nobles y a campesinos.

Y de la prosperidad que trajo al pueblo con su liderazgo y sabiduría.

El general sostuvo la mirada del joven. Algunos dicen que el duelo se realizó, y que las espadas se detuvieron a milímetros de puntos vitales, y que fue entonces cuando habló el más joven de los guerreros.

Otros dicen que éste no llegó nunca a desenvainar.

Sea como fuere, Oyaneko-san bajó el gesto.

Y comprendió y vió lo acertado de las palabras del joven.

Miró a su mayordomo. "Vamos", dijo. "Tenemos un canal que inaugurar".

Esa misma mañana, el general abrió la compuerta del nuevo canal de irrigación, que facilitó el trabajo de muchos campesinos en la aldea.

Tres semanas después, moría, esclavo de la tuberculosis, con dolores tremendos en el cuerpo y una enorme paz en el alma, traída por aquel joven samurái.

En su lecho de muerte, aquel final de otoño, el general Oyaneko escribió un haiku.


"Buen día para morir.

Volverá la primavera".

4 comentarios:

El Capitán dijo...

Y volverán los oscuros golondrinos (en su segunda acepción)

Anónimo dijo...

sin comentarios... Muxu con la ceja levantá

Ana dijo...

Mmmm
Antes estaba mi hermano jugando al Metal Gear Solid y dijeron algo...
"It's better to live ugly than die beautiful"
Es simple de decir, no tanto de asumir.

Elendaewen dijo...

Quisiera leer la historia de lo que hizo el joven samurái en el poblado... A ver si es la siguiente.