...es el principio y el fin.

jueves, junio 04, 2009

Morir matando


Era una frase que decía mucho un amigo.

De los de antes.

Hablaba de enfrentarse a la vida como si fuera El Duelo Final. Los fans de "Los Inmortales" ya me entienden.

Hablaba de Quevedo como si fuese amigo suyo, del hálito vital que lo empujaba a exprimir la existencia, y que lo llevó de cónsul a prisionero, pasando por poeta y espadachín en una sola vida.

Había una prueba de fuego, terrible, en las antiguas escuelas de bûdo. En las de esgrima. Cuando la esgrima era de verdad, y no un juego de salón. Cuando tu vida depende de una herramienta, lo demás tiende a pasar a segundo plano.

El futuro instructor tomaba un bokken, un sable de madera. Y el resto de compañeros lo iban atacando mientras este se defendía. Sin protecciones. A pelo. En plan canalla.

Del amanecer al anochecer. Normalmente en verano.

Llegaba un momento, que los dedos del que defendía estaban tan agarrotados que no podía recoger el sable del suelo si este se le caía. Uno de los compañeros tenía que colocárselo en la garra deforme que tenía entonces.

Sufría muchas heridas, y el agarrotamiento de los dedos, así como el insoportable dolor, duraba varios días.

Durante los cuales, comer con palillos, por ejemplo, era un infierno personal de ineludibles y espectaculares dimensiones.

A veces no queda más remedio que pedirle a un compañero, a un amigo de esos de los de antes, que te vuelva a colocar el sable entre las manos.

Y a morir matando.

3 comentarios:

Pablo Rodríguez Burón dijo...

Me ha parecido muy interesante este post, sí señor. Un abrazo

Diego dijo...

Y ya se sabe, cabeza arriba y para adelante.

Mae!

ROCÍO dijo...

Siempre habrá alguien que lo haga ;)
Siempre hay angelucos de esos pululando a nuestro alrededor.

Un beso!