...es el principio y el fin.

martes, octubre 17, 2006

¿Dónde van los calcetines?

¿Dónde van los calcetines que pierden la pareja en el éxodo de lavadoras? Hoy, cosa curiosa y me temo que demasiado habitual, me he despistado un momento entrenado y he visto un saco enorme que contuvo patatas lleno de ropa, que a veces empleamos para golpear, con puños, y a veces patadas.

Una fugaz e inconsistente reflexión me roza la consciencia y se apaga, dejando al saco lleno de ropa esta vez lleno de interrogantes. Resulta que ese saco fue cedido por un compañero de entrenamientos, y la ropa que lo sustenta por dentro y le hace cumplir su objetivo de saco en esta vida triste, fue donada por todos nosotros, los ciento veinte, quizá más, quizá menos del grupo ese de señores vestidos de negro que dan patadas.

El saco habita una esquina de una instalación deportiva de la Universidad de Valladolid, infraestructura en ruinas que alberga y quita el frío de la lluvia de la meseta a ninjas, practicantes de taichi y de yoga, karatekas y judocas, señores que se aprenden a defender, y cuenta la leyenda, que en cierta ocasión, a bailarines de salón. Todos compartiendo suelo, sudor y cucarachas, indígenas aborígenes por derecho propio de la mazmorra en la que entreno.

Nadie, salvo nosotros, sabe que existe ese saco, reposando cansado e incolgable en una esquina de esa mazmorra.

Parece mentira que en una época en la que cada persona tiene un número y un chip en la tarjeta que acredita su identidad, quede un refugio pequeño, un hueco en forma de saco alrededor de la realidad del que nadie, salvo los que le dieron vida con camisetas viejas y calcetines viudos, conoce su existencia. Una isla desconocida que nadie echará de menos, porque no existe en ninguna lista, en ningún inventario, en ningún registro.

Huérfano el día de mañana, cuando deje de ser una ilusión y propiedad colectiva semioculta en una esquina de mazmorra.

¿Pero hoy? Un estandarte que contuvo patatas y que hoy nos recuerda que siempre es posible dar esquinazo al mundo, y que pese a todo, siempre quedan trocitos de libertad.

Por todas partes.

6 comentarios:

Diego dijo...

Piensa en que esa pareja de calcetines JAMÁS volverá a estar junta...injusticias de la vida, ya ves tú...
La libertad, profundo y complejo concepto...
Yo creo que el saco está vivo, siento su sintética mirada cuando entreno.

Dama Blanca dijo...

Asombroso como eres capaz de escribir una "Oda a los calcetines sin pareja". Como lo lea mi madre... :D
Pues en mi casa siempre tenemos la teoría de que, debajo de mi cama, vive un monstruo come-calcetines (había una serie de uno, ¿te suena?), y siempre hemos vivido muy tranquilos :D

vane dijo...

Es probable, que si tu forma de hacer la maleta, no consistiese en meter dentro todo lo que pilla a su alrededor, no apareciesen pares sueltos de calcetines ajenos, entre otras cosas raras.
También es posible, que si el orden de tu cabeza, se extrapolase por un momento al desorden de tu habitación, se emparejaría todo lo emparejable, no reinaría el caos bajo tu cama, y hasta aparecerían todos mis coleteros.

Un beso grande,

Gracias por esperarme antes, siento que fuese inutilmente

Max Verdié dijo...

¿A quién habla usted, señorita?

Ahora mi cuarto está siempre odenadito, incluídos pijamas morados.

De nada.

gaitero en el exilio dijo...

un calcetin viudo, la tostada siempre cae del lado de la mermelada, pero para eso estamos nosotros para intentar cambiar esas leyes, para resistir ocultos a los inventarios, como nuestros bolgs


como nuestras almas
gracias por el blog

El Capitán dijo...

Si, el Señor Bumpy es mi coleguilla.

http://www.cs.utah.edu/~mflatt/bumpy/jpegs/squishnbump.jpg

Como yo no tengo espacio debajo de la cama, y los calcetines están contados, creo que se dedica a comerse mis calzones. Me han desaparecido ya dos. Suerte que estos son una pareja inseparable, o es que alguien lleva un solo calzoncillo (media pernera)? O una gafa?