...es el principio y el fin.

lunes, enero 28, 2008

Torero

Qué dúo. Julio Iglesias con El Puma.

Y dice:

Llévatela contigo que a mi
me está volviendo loco;
menuda hembra,
como és,
mucha experiencia
hay que tener
para domarla un poco.

Llévatela contigo que a mi
también me vuelve loco;
también la quiero
conquistar
pero es tan brava
que al final
no puedo yo tampoco.

Torero,
para estar a su lado
hay que ser torero
y medir la distancia
que va a su cuerpo.

No hay que andar confiado
ya en su terreno
porque,
porque pueden herirte
sus ojos negros.

Torero
hay que ser tan valiente
como un torero
para ir sin capote
a robarle un beso.

Para hablarle de cerca,
sin burladero,
hay que ser
torero,
torero,
torero.

6 comentarios:

Y me pinto el pelo con rotulador dijo...

De lunes a domingo voy desesperado
el corazón prendido en el calendario
buscándote y buscando como un mercenario
tu dime donde estás que yo no te he encontrado

Tus manecillas giran yo voy al contrario
comiendome la vida a sorbos y a tragos
me viste así­ de frente que tremendo impacto
para unirme a tu mirada dime si hay que ser....

Torero,
poner el alma en el ruedo
no importa lo que se venga
pa´que sepas que te quiero
como un buen torero
me juego la vida por tí...


Muá Marramuá amor!!!

Anónimo dijo...

Donde habite el olvido, allí estará mi tumba...

Le Fay

Anónimo dijo...

ando queriendo un pirata, los toreros no me gustan
http://ironvehrsus.spaces.live.com/

Anónimo dijo...

Casi todo lo que resume al hombre está en el fuego. (P)

Anónimo dijo...

Cuenta la historia que había una vez un verdugo llamado Wang Lun, que vivía en el reino del segundo emperador de la dinastía Ming. Era famoso por su habilidad y rapidez al decapitar a sus víctimas, pero toda su vida había tenido la secreta aspiración jamás realizada todavía: cortar tan rápidamente el cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello, posada sobre él. Practicó y practicó y finalmente, en su año sesenta y seis, realizó su ambición.
Era un atareado día de ejecuciones y él despachaba a cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Llegó el duodécimo hombre, empezó a subir al patíbulo y Wang Lun con un golpe de espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima continuó subiendo. Cuando llegó arriba, se dirigió airadamente al vedugo:
- ¿Por qué prolongas mi agonía? -le preguntó-. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los otros!
Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa, se volvió hacia su víctima y le dijo:
-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.
A.Koestler (Traducción de P.)

Anónimo dijo...

eres el sol de mi vida!!gracias por las conversaciones y las risas.