
A falta de un nombre mejor, lo llamaré "el viajero a través del tiempo".
Sé, pues así me fue contado, que no es la primera vez que se emplea este término para referirse a alguien, si es que puede hablarse de primeras veces en lo que a viajeros del tiempo se refiere.
No diré su nombre real, claro, ni haré referencia ninguna al lugar donde vivía, o trabajaba. Ignoro quién ni cuando leerá esto, y es tan frágil el entretejido del tiempo que no quisiera perder de mi memoria estos episodios o borrarlos de la existencia, quizá tan sencillo sea. En tres idiomas escribo esto. Uno es el español, por ser mi lengua materna. Otra es el gumún, por saber que será la que más uso y alcance vaya a lograr, y es la tercera el latín, pues así me lo pidió alguien importante. He introducido, lo siento, errores deliberados en el empleo de estas lenguas, para no arrojar pista alguna sobre cuándo fueron escritos, o cuándo nació y vivió quien esto escribe.
Pese a mi anonimato y el del viajero a través del tiempo, si indicaré que su oficio y formación eran las propias de quien ejerce de ingeniero. No sé si quien lea esto conocerá el término, o si en su época o lugar existe tal profesión o alguna similar. Son quienes solucionan problemas. Conocen las leyes de la física y la naturaleza y saben pergeñar y diseñar los artilugios que solucionen los contratiempos a los que el hombre, a diario, se enfrenta en su lucha contra la naturaleza. Fue este conocimiento de los mecanismos que hacen funcionar el mundo y la realidad lo que condujo al viajero a través del tiempo a ser capaz de crear el dispositivo, el artilugio que le permitió quebrar a voluntad las corrientes que hacen avanzar el tempo y el ritmo del universo.
Sin embargo, que un hombre posea capacidad para hacer algo es baladí en lo que a esta historia se refiere. Lo que realmente la vuelve importante son las causas que condujeron al viajero a través del tiempo a desear moverse y viajar (si moverse y viajar son verbo apropiado) de una forma que tan antinatural le resulta al ser humano.
Así pues, he aquí el proverbial leit motiv: ¿qué mueve a un hombre cuerdo a querer viajar a través del tiempo?
(continuará)